GABO Y EL INFIERNO DE LA CONGRESISTA CABAL

0

Alberto-Salcedo-Ramos-640x280-02092012

www.elcolombiano.com

Respetada congresista Marí­a Fernanda Cabal:

Qué violenta fue usted al escupir sobre el cadáver de Gabriel Garcí­a Márquez. 

Todaví­a me pregunto qué clase de ponzoí±a tiene usted en el corazón para haberle deseado el infierno a ese seí±or muy viejo con las alas enormes que acababa de morir, un colombiano de bien que jamás asesinó, ni robó, ni estafó, ni tuvo una sola mancha en su larga vida pública. 

Me pregunto, además, cómo puede una congresista de la República comportarse como cualquier matoncito de plaza de mercado. ¿A qué escuela fue usted, que aprendió tan bien el alfabeto del odio y tan mal el de la ortografí­a? Porque su sintaxis, su uso de los signos gramaticales y su masacre contra las tildes son tan alarmantes como su posición extremista.

Se puede disentir de las ideas polí­ticas de Garcí­a Márquez, ni más faltaba. Pero desearle el infierno a las pocas horas de haber muerto, solo porque pensaba distinto, es un acto que revela una enorme carga de agresividad y de fanatismo. 

Eso sí­: yo no la culpo a usted sola: un paí­s que elige congresistas como usted se merece su suerte. 

En sus tuits incendiarios usted definió a Garcí­a Márquez como «comunista millonario», y lo acusó de ser indiferente con Colombia.

Ay, seí±ora congresista: necesitamos más gente de la que se vuelve millonaria con su trabajo honrado, y menos de la que se enriquece saqueando las arcas públicas. Usted, que es polí­tica, seguramente sabe muy bien de qué le hablo, y hasta conocerá a más de uno que se ha vuelto rico por esa ví­a. 

Quienes deben solucionar los problemas de los pueblos son los polí­ticos, pero en nuestro paí­s se dedican a lo contrario: a crearlos. Y a veces llegan más lejos, seí±ora congresista: se vuelven cómplices de quienes asesinan civiles. Montones de colegas suyos se aliaron con los paramilitares para perpetrar masacres.

En el gobierno de su jefe polí­tico, ílvaro Uribe Vélez, Colombia vivió un capí­tulo de horror e ignominia: miles de inocentes fueron asesinados para hacerlos aparecer como guerrilleros ultimados en combate. 

¿Por qué usted, seí±ora congresista, pretende criminalizar las ideas polí­ticas de un escritor pero no dice nada sobre los verdaderos criminales? 

Leyendo sus frases destempladas se me vino a la memoria el perfil que el periodista Gay Talese escribió sobre el actor irlandés Peter O»Toole, quien, al igual que Garcí­a Márquez, vivió mucho tiempo fuera de su paí­s. 

Hay un momento en que O»Toole, para explicar su desarraigo, compara a Irlanda con una cerda desnaturalizada que se come a sus propios hijos. Es preciso alejarse para salvar el pellejo, y por eso, según O»Toole, el único destino posible para la inteligencia es el exilio. 

Colombia también es esa cerda cruel que se come a sus propios crí­os. Y lo es, en parte, gracias a la gente como usted, que anda por ahí­ deseándoles el infierno a quienes no comparten su credo.

En Colombia circula este cuento: un pescador tení­a tres langostas en un balde. Una de las tres estaba a punto de llegar al borde del balde, y así­ podrí­a escaparse. Pero el pescador lucí­a tranquilo, y a un gringo que estaba cerca mirando la escena le intrigaba eso.

— Esa langosta va a escaparse — dijo el gringo–. 

Qué va, mí­ster — le respondió el pescador –: son langostas colombianas. Cuando alguna quiera escaparse las otras dos la jalarán otra vez hasta el fondo del balde.

En Colombia hay más oportunidades para los clientelistas que para los artistas, y cuando alguno se aleja de la cerda para poder sobrevivir, usted quiere devolverlo otra vez hasta el fondo del balde.

El escritor al que usted define como «indiferente con Colombia», nos ayudó a entendernos, a celebrarnos, y nos regaló una obra portentosa que habrá de servirles a las futuras generaciones como memoria. Eso a usted seguramente le parece poco, pues pertenece a la vasta legión de bárbaros que creen que aportar significa regalar cosas tangibles, como esas bolsas de cemento que ciertos polí­ticos inescrupulosos les entregan a los ignorantes a cambio de sus votos.

Los escritores no son estadistas, seí±ora Cabal, y por tanto no están obligados a resolver los problemas que viven los paí­ses por repetir sus errores históricos. Su aporte consiste en iluminarnos. Por ejemplo, revelándonos cómo los polí­ticos mediocres e intolerantes como usted han impedido que tengamos una segunda oportunidad sobre la tierra

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *