El profesor en la posmodernidad, la práctica reflexiva

0

Se sabe que en la posmodernidad nace una sociedad donde los medios de comunicación juegan un papel determinante y decisivo en los individuos contrariamente a lo que se puede creer, no es una sociedad más transparente, consciente, ilustrada o educada, sino una sociedad más compleja y caótica, de ahí­ que la vida se parezca más a un cuento de fantasmas que a una realidad, donde caminan personas débiles, peligrosos, desmemoriados y cansados. Es una sociedad donde hay carencia de diálogo, donde crece la soledad de las personas sin relaciones humanas, a pesar de una gran cantidad de medios como la prensa, el celular, la radio, la televisión o la Internet. El rasgo positivo de esta sociedad, es que surge la posibilidad de hacer uso de la voz para que los individuos manifiesten sus ideas, por lo que la crí­tica usada con fundamento debe ser un espacio para hacer resurgir y reinventar un nuevo comienzo de estructura social.

En este sentido, los rasgos caracterí­sticos de los alumnos de la actualidad se distinguen por conductas más abiertas, liberales y con amplios deseos de búsqueda de información a través de los diferentes medios masivos de comunicación como la Internet o la televisión.

Nií±os y jóvenes con actitudes más rebeldes y dispuestas a enfrentarse a las reglas establecidas tradicionalmente que norman la vida escolar; esto ha puesto en crisis el papel que desempeí±a la escuela y el trabajo del profesor en el aula, ante ello, el profesor debe replantear y repensar sobre los métodos y estrategias de enseí±anza que utiliza para desarrollar su plan de trabajo, a fin de que los alumnos logren los objetivos de aprendizaje que los lleven a desarrollar habilidades y competencias útiles para tener una vida plena en la sociedad, es decir, el maestro debe reflexionar sobre su forma de enseí±ar.

Con el antecedente plasmado, el profesor deberá entrar en una etapa de reflexión, que no es otra cosa que un diálogo consigo mismo para cuestionar sobre su relación con el alumno: si debe o no, modificar su conducta como profesional, en cómo influyen las fuerzas sociales y económicas en él, hasta cuánto está comprometido para aprender, cuánta voluntad tiene para realizar su trabajo, hasta cuánto transmite su conocimiento, cuánto desconoce como docente, cómo realiza su trabajo en relación con el alumno, qué valores y conductas implí­citas practica, cómo es su persona, cuál es su trayectoria de ejercicio pedagógico, qué relaciones de poder tiene, cuál es su postura mental y personal como profesor. Así­ el maestro, a través de este diálogo interno podrá ubicarse en el contexto educativo, como un profesor más consciente de su labor como facilitador del aprendizaje hacia el alumno, que es cada vez más irreverente pero también poseedor de grandes potencialidades para aprender.

La práctica docente reflexiva se centra en las acciones de un profesor reflexivo con rasgos profesionales de bastante nivel de calidad, que sabe lo que tiene que hacer y cómo hacerlo; un maestro que posee teorí­as, métodos y técnicas de enseí±anza, tiene autonomí­a fundada en competencias y una ética. El maestro reflexivo dispone de esquemas en su vida y sistemas de pensamiento y percepción del entorno. En cuanto a su formación, considera competencias para utilizar en clase, toma conciencia de la realidad de sus alumnos, es capaz de evolucionar, comunicar, aprender y decidir, acepta formas de implicación de riesgo y complejidad, enfrenta y resuelve problemas, domina las articulaciones entre la teorí­a y la práctica, es capaz de promover procesos de transformación de la identidad de sus alumnos. En conclusión: el maestro reflexivo debe ser un profesional con objetivos claros y éticos.

Entonces una práctica reflexiva conlleva una implicación crí­tica de la labor docente; por lo que: el profesor debe aceptar formar parte del problema educativo y no mantenerse al margen, poseer fuertes competencias de concertación, reflexionar sobre la calidad y la evaluación.

Su trabajo nunca es en solitario sino en equipo, debe salir de la pasividad cí­vica para ser gestor y reflexionar sobre las personas, el poder, las instituciones y las tecnologí­as. En este sentido, primordialmente los profesores tienen un desafí­o como formadores de estudiantes, al tomar conciencia para pasar de un cambio de actitud e identidad como profesionales, y poder enfrentarse a otro desafí­o de proyectos, competencias y representaciones renovadas. En segundo lugar, trabajar juntos y reinventar colectivamente la formación de los estudiantes y de ellos mismos, a partir de los lí­mites de sus prácticas profesionales. Sin duda, no será una tarea fácil, se requiere voluntad para cambiar lo que no funciona, por alternativas que arrojen mejores resultados en beneficio de una transformación social y educativa en México. El maestro es el protagonista principal de este cambio, sin menoscabo de exigir a la sociedad misma, a la autoridad y al gobierno, el cumplimiento de sus responsabilidades en un asunto de vital importancia para el hombre:

La educación.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *