«A la Puta Calle» la difí­cil situación de los periodistas espaí±oles.

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Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).- Ustedes dicen prima de riesgo, treinta mil seiscientos millones, subasta de deuda. Pero nada dicen de la madre encogida en la cocina agarrada a la enésima patata, de la llamada amenazante de la voz del banco en el buzón del móvil, del vértigo que provoca en la mirilla el operario de la luz armado con una orden de oscuridad.

Estremecen las primeras lí­neas del libro A la puta calle, con el que la periodista y escritora espaí±ola Cristina Fallarás describe su propio proceso de desahucio, mezclando reflexiones personales, contando su vida de periodista en paro luego de haber sido despedida del periódico ADN, cuando estaba embarazada de ocho meses.

Quedarse sin trabajo, sin casa, es algo muy común en la Espaí±a contemporánea.

Contarlo en un libro que sirve de espejo para miles y miles de ciudadanos tanto fuera como dentro de su paí­s, constituye un acto de valentí­a y honestidad brutales, como un mazazo de realidad que nos hace sentir menos solos en los constantes dramas cotidianos a que nos vemos enfrentados como producto de ”la crisis».

Hace cinco aí±os, Cristina ganaba 3 mil euros mensuales y se habí­a embarcado en una hipoteca de mil 200 euros, tras 20 aí±os de profesión ininterrumpida. Al despido le siguió el desahucio, dos palabras que empiezan con ”d» de desgracia.

Cristina Fallarás ha ganado el Premio Internacional de Novela Negra Hammet (2012) por su obra Las nií±as perdidas, que también se alzó con el Premio ”L’H Confidencial 2011″³. También se hizo acreedora al premio Ciudad de Barbastro de Novela Breve 2011 con el relato ”íšltimos dí­as en el Puesto del Este».

Ustedes dicen y escriben diferencial en máximos, test de confianza, rentabilidad del bono. Pero nada escriben de la vuelta al jabón de sebo en pastilla, de la leche alargada con agua, del agujero en cada camiseta.

Ustedes manejan el spread y el bund, la emisión de deuda, los fondos de inversión. Pero nada saben del pánico a septiembre sin batas de colegio, del mamá ¿otra vez arroz?, de la bota infantil robada en mercadillo.

Para hacer el libro A la puta calle, Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), tuvo que vencer muchos pudores, el primero de los cuales tiene que ver con el oficio periodí­stico, donde ”uno aprende muy temprano a no ser relevante», dice en entrevista con SinEmbargo.

”Otro era el pudor humano, pues yo iba a contar un proceso de empobrecimiento y de degradación que afectaba también a mi familia. La crónica en primera persona te elimina el primer pudor. Es algo que existe en el periodismo. Tanto así­ que un dí­a me dije: Cristina, si conocieras esta historia de parte de otra persona, ¿no la contarí­as?», relata Fallarás.

”Al responderme sí­, entró el pudor más bestia, es decir, la conciencia de que lo que iba a contar no era bonito. Tení­a que alejarme de la autocompasión y evitar mencionar a gente que no tení­a por qué aparecer en el libro. Así­ que fue difí­cil. Fue un libro que hice con mucho cuidado», agrega.

Otro pudor consiste en cómo una persona que ha vivido bien durante mucho tiempo, se ve obligada a contar su empobrecimiento.

”Creo que uno de los problemas de Espaí±a y de por qué hay tan poco relato de la crisis, es porque la crisis ha afectado sobre todo a la clase media profesional que ha vivido bien durante toda su vida y de pronto se ha encontrado en la calle», dice la autora.

Ustedes publican y enuncian repunte de la rentabilidad, bonos basura, reducción de la volatilidad. Pero ignoran las sudadas tardes de cola en locutorio, el barullo frente al contenedor de los desperdicios de hamburgueserí­a, la mirada baja frente a la entrega del kit de alimentos, jabón, compresas y paí±ales.

Nosotros no entendemos nada de esas cosas suyas, el incremento de la ratio de cobertura, primas, riesgos, tests, mercados. Pero ustedes entienden mucho menos de lo nuestro. No entienden nada de nada, porque son los únicos que estrenan trajes, porque el pánico peludo hay que haberlo vivido, y la miseria.

Nosotros somos los que no esperamos ya el principio de mes.

Ustedes hablan, escriben, saben de conceptos, qué cómoda es la abstracción, qué poco dura el relato cuando duele. Qué risa, la teorí­a del relato en polí­tica.

Ustedes son de los que creen que lo que no se nombra, no existe. Ustedes acostumbran a pensar que los pobres y los desahuciados no saben escribir ni expresarse.

Ya verán qué pronto se les va a pasar.

¿Cí“MO HA PODIDO PASAR?

Para Cristina Fallarás una de las caracterí­sticas esenciales de la crisis económica espaí±ola es que pasó muy rápido sin que las personas pudieran prever el desastre y defenderse con mejores armas de la hecatombe social.

”Cuando me despidieron del periódico en 2008, en Espaí±a habí­a un millón de parados. Cuatro aí±os después, habí­a seis millones y medio, 12 mil de los cuales eran periodistas que fueron directamente a la calle. El empobrecimiento de la población no tuvo parangón y se dio en menos de cinco aí±os», explica.

Además de periodista, la espaí±ola es una notable escritora de novela negra. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo ”Cuando me dicen que en Argentina o México ya están acostumbrados al desempleo, a la pobreza, lo que digo es que cuando pasa tan rápidamente como pasó en Espaí±a, te quedas paralizado y no sabes cómo reaccionar», agrega.

”Existe además en mi paí­s la sensación de que no ha habido un empobrecimiento de todos, sino que ha habido una fractura brutal de la sociedad. Una parte de esa sociedad ha caí­do, se ha desplomado en la nada y la otra parte está como antes, aunque con mucho miedo y por eso se achica el consumo», afirma.

LOS POBRES PERIODISTAS

Dentro del empobrecimiento generalizado, el particular que afecta a los periodistas, por razones obvias es un tema a hablar con Cristina, quien es enfática al aclarar que ”los recortes en educación y salud han sido bárbaros» y afectan a todos los espaí±oles por igual.

”El periodismo en realidad es el oficio que menos me interesa en el marco de la crisis, porque es un oficio que ha protestado poco por su empobrecimiento y sus despidos», seí±ala.

No obstante lo cual, la pregunta que sobreviene es inevitable: ”Si habí­a 16 mil periodistas y echaron a 12 mil, ¿significa que con 4 mil están haciendo los mismos medios y cumpliendo las mismas funciones».

”Lo que ha pasado que se ha precarizado el trabajo. Se despide al profesional que cobraba un sueldo digno y en nombre de la crisis se lo vuelve a contratar por cuatro pesetas», dice la periodista.

Por qué no se quejan los periodistas de la pauperización de su oficio es un enigma que Fallarás no ha podido resolver. ”Yo escribí­a una columna en el periódico El Mundo el dí­a en que llegó el tipo a casa a avisarme del desahucio. Mi primera reacción fue querer escribir lo que me pasaba para poder entenderlo», afirma.

Un libro personal que se ha vuelto colectivo. Foto: Especial En ese proceso, no faltaron correos de algunos colegas que le aconsejaban no seguir hablando del tema, pues de ese modo no iba a conseguir trabajo en ningún sitio.

”Yo no estaba denunciando nada, estaba contando lo que me pasaba. En el periodismo están echando a la gente por los sueldos, no por su valí­a. Quieren el puesto libre para poder tomar a personas por la mitad del salario o directamente sin pagarles», expresa.

”Así­, el trabajo se está des-profesionalizando y a menudo recibimos propuestas como, ¿por qué no me escribes esto gratis?», agrega.

”En el periodismo están echando a la gente por los sueldos, no por su valí­a. Quieren el puesto libre para poder tomar a personas por la mitad del salario o directamente sin pagarles», expresa. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo La situación obedece a los nuevos dueí±os de los medios de comunicación. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren que contemos?

”Se acabó la idea romántica del periodismo y además tenemos que analizar el papel de las redes sociales y del fin del intermediario en la comunicación», dice. ”La red social rompe la jerarquí­a de la información y la clase polí­tica comienza a tomar sus prevenciones.

¿Por qué va a dejar que el periódico la meta en una cuarta página si puede armar un grupo de Twitter donde aparecer en primer plano?», explica Fallarás. En el periodismo también se han perdido los géneros. La crónica, la entrevista, el reportaje, requieren de tiempo y buena pluma, algo por lo que los nuevos dueí±os no están dispuestos a pagar.

En la visión de la profesional espaí±ola, el periodista es dueí±o de un saber para el que no hay mercado. En ese sentido, el panorama para el oficio es más que desalentador. ”Cuando el periodismo se basa sólo en la noticia, pierde ante las redes sociales y el verdadero periodismo nadie lo quiere pagar», concluye la periodista.

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Graciela Machuca

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