Crónicas de Isla Mujeres: Doí±a Aurelia Nájera Sobreviviente del cocal y la salina

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Parte I de II
Una laboriosa mujer…
Tiene 90 aí±os de edad esta singular isleí±a, que luce en plenitud de facultades a pesar de haber llevado una vida de trabajo muy rudo e intenso para sacar adelante a sus hijos.
Doí±a Aurelia, como le llamamos coloquialmente, nació el 2 de octubre de 1926 y fueron sus padres Marcial Nájera Garcí­a y Petronila Povedano Martí­nez, nativos también de la í­nsula. De sus abuelos recuerda que por la lí­nea paterna fueron Santiago Nájera y Santos Garcí­a. Respecto a los maternos menciona a Carlos Povedano y a Candelaria Martí­nez.
Sobre sus hermanos cita los nombres de: Adelaida, Santiago, Benigno, Fidencio y José. Comenta que sólo Adelaida y ella sobreviven. De pronto, esta mujer que parece saberlo todo, interrumpe la secuencia de la entrevista para poner cara de asombro al decirme:
¿Sabes que como era costumbre en esos tiempos mis papás primero se escaparon y luego se casaron? Es que así­ era. Los novios pasaban la noche en el cocal y al otro dí­a los casaban y asunto arreglado.» -sentencia y aí±ade: ¿Y sabes que a mi abuelo Carlos se lo llevó El Mal? Cuando lo encontró la gente allá por Playa Norte ya las jaibas le habí­an sacado un ojo.» -narra emocionada.
Doí±a Aurelia, por su avanzada edad, es de las pocas personas que recuerda que la familia Nájera viví­a hace 80 aí±os donde hoy está la Armada de México. Escritos de esos lejanos aí±os refieren que ”los Nájera» viví­an virtualmente separados del resto de la población de Isla Mujeres con la que poco se mezclaban. Se cita al ”Barrio de los Nájera» ubicándolo donde está ahora la V Región Naval, como expresé lí­neas arriba. Esto fue allá por 1930.
”Los Nájera estábamos muy unidos. Viví­amos ciertamente juntos y resolviendo entre todos los problemas cotidianos que se presentan en toda familia, pero allá por 1931 en que la Armada decidió construir una base naval nos obligaron a cambiarnos a la parte alta, donde vivimos muchos aí±os, hasta que mi tí­a Nelly le remató el terreno que era de todos a Manuel Ravell Rosado en sólo 75 pesos.» -lamenta.
Luego, acorde con su jovial carácter y su idiosincrasia isleí±a, habla de los músicos que el apellido Nájera ha aportado a Isla Mujeres, muchos de ellos olvidados hoy. Cuenta que:
”En la familia tení­amos todo un conjunto musical. Estaban Ceferino, Félix, Ventura, Encarnación, que igual te tocaban un violí­n que una guitarra, un acordeón o percusiones. Bueno, habí­a también mujeres, como mi abuela Santos que te poní­a a bailar tocando su filarmónica. Y uno de los detalles que nos caracterizaban a los Nájera es que para tocar nos vestí­amos muy bien.» -presume con legí­timo orgullo.
En lo personal recuerdo que todaví­a en los aí±os 80 del siglo pasado, cuando facilitaba yo a los músicos de ese tiempo un espacio para que ensayaran, uno de los que acudí­an sin faltar era Félix Nájera, quien llegaba siempre ”entacuchado», dejándonos el mensaje de que para él, la ejecución musical era merecedora de mucha solemnidad y respeto.
La cuestión es que por ser parte de una familia de músicos, bailar resultó uno de los principales entretenimientos de Doí±a Aurelia en su nií±ez, sin menoscabo de que se divertí­an también ”playando» los objetos útiles que el mar arrojara a las costas de la isla.
”Claro que a pesar de nuestras limitaciones como sencillos pescadores contamos con algunos juguetes. La diferencia es que nunca supimos de uno que fuese comprado. A mí­ me gustaban tanto las muí±ecas que gracias a las varias abuelitas’ que tuve aprendí­ a hacerlas de trapo.» -cuenta.
Cuando le pregunto de dónde sacó varias abuelitas me dice que ella a todas las seí±oras mayores las vio siempre como a sus abuelitas y menciona algunas enseguida:
”Las que más me ayudaron de nií±a, incluyendo a mis abuelitas de sangre fueron: Doí±a Set Dí­az que vestí­a de huipil como buena fundadora del pueblo que era. Luego recuerdo a Doí±a Candita, Dorot, Santos y Dominga. A ver si más al rato vienen a mi mente otros nombres.» -ofrece.
Cuenta que a los 8 aí±os de edad una tí­a se la llevó a Progreso, Yucatán, y que cuando regresó tení­a ya 17 aí±os de edad, por lo que era una muchacha casadera:
”Traje muchas alhajas que me regalaban por mis dotes de bailarina pero aquí­ las perdí­ porque un pariente me las robó, y como la maldad se paga el ratero tuvo un final muy triste» -recuerda
Poco tiempo después de regresar a la isla se casó con el holboxeí±o Pedro Coral Luna con el que procreó 11 hijos, siendo cinco mujeres que responden a los nombres de: Dulce, Elsa, Santos, Concepción, y Josefa, y seis varones bautizados como: Armando, Pedro, Santiago, Cirilo, Martí­n y Elmer. Aclara que los dos mencionados de último ya fallecieron y continúa relatando que:
”Luego de casarnos vino la responsabilidad de crecer a la chamacada, porque cuando empezaron a llegar lo hicieron muy seguido. Ya sabes que antes se tení­an los hijos que Dios quisiera. Así­ se decí­a y así­ se hací­a. Entonces fui como la sombra de mi marido pues trabajábamos hombro con hombro, ya sea en el cocal, pescando, haciendo milpa, carbón, cal, o sacando sal.»
Muestra como prueba fehaciente de aquellos aí±os difí­ciles su lacerada piel, con cicatrices sobrepuestas, porque donde hubo una llaga cayó después el machete o la coa por accidente. Debo reconocer que muy pocas mujeres he visto tan curtidas en el trabajo rudo como Doí±a Aurelia, que aprendió hasta albaí±ilerí­a, al grado que gran parte de su casa ella misma ”le echó mezcla y pegó bloques», hasta verla concluida.
”Y no creas que terminado el dí­a parábamos. Luego de asearnos las mujeres nos ocupábamos de hacer bordados, así­ como adornos y tejidos de cintas multicolores para vender. Hací­amos también mechas (pabilos), para velas o para quinqués, torciendo algodón hasta convertirlo en un hilo grueso y resistente.
La arena era tan blanca que las noches de luna llena eran muy claras, tanto que podí­as enhebrar las agujas sin necesidad de otra luz. Mientras nosotras cosí­amos los hombres reparaban sus redes o fumaban y jugaban naipes sentados en plena calle.» -recuerda.
Al escucharla hablar de la isla de hace 80 aí±os no puede uno evitar hacer alguna odiosa comparación entre aquella vida tranquila, de pobreza pero muy feliz, que vivieron los isleí±os de ese tiempo…y el frenesí­ con el que sobrevivimos hoy.
Debo despedirme de Doí±a Aurelia Nájera para atender otros compromisos, pero como le he prometido volveré. Mientras me instalo en la moto, ella desde su humilde puerta me sigue contando pasajes de una historia que amenaza con perderse en el tiempo.

Colaboración de Fidel Villanueva Madrid.
Cronista Vitalicio de Isla Mujeres.
Mail: ixcheel@prodigy.net.mx
Febrero de 2017.-

En unos dí­as subo la parte II
Recuerdos de isla mujeres!

 

Graciela Machuca

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