Corresponsalí­as en sitios desconocidos

0

Carlos Barrachina
En el aí±o 2009 leí­ de Pablo Pardo, corresponsal de El Paí­s en México, una crónica absurda sobre los hechos que pasaban en Honduras. Lo habí­an mandado de bateador emergente a cubrir el golpe de Estado y no tení­a la más remota idea de lo que estaba comentando.
Un poco pudiera quedarme esa sensación en el momento de recapitular mi observación sobre la situación polí­tica catalana. Teniendo en cuenta, sin embargo, que tengo una fotografí­a muy clara del desgaste polí­tico que ha llevado esta situación, y que soy un conocedor especializado de la historia de Catalunya.
1. En las calles no se observa un cambio radical en la forma de comportarse, ni de manejar el idioma catalán o castellano de los ciudadanos que llevan o toda su vida o más de veinte aí±os en Catalunya.
2. Sí­ es notable en todos los espacios públicos, en supermercados, en el tren, en el metro, en las calles, en los autobuses y en los edificios de departamentos, una presencia multicultural de una oleada migratoria que no existí­a a finales del siglo XX.
3. Me soprende la utilización partidaria de los recursos y espacios públicos para que estas «autoridades» definan polí­ticamente su posición con la instalación de banderas independentistas, con carteles reclamando la libertad de los polí­ticos catalanes que se encuentran en prisión preventiva. Todaví­a es más penoso que paguen carteles de identificación oficial que pongan en la entrada de los pueblos algo así­ como «Municipio de la República de Catalunya».
4. Es lamentable la falta de diálogo y la tensión que generan polí­ticos catalanes y espaí±oles, que se limitan, como siempre, a utilizar polí­ticamente a los catalanes. Lo único que les interesa a unos es la estabilidad parlamentaria en Madrid, y a otros la del Parque de la Ciudadela en Barcelona. ¡¡Qué falta de responsabilidad la de unos y otros!!
5. ¿Cómo se gestiona una situación en la que se debe respetar la voluntad de una sociedad dividida prácticamente en un 50%? ¿Cómo se busca la convivencia con una clase polí­tica que únicamente busca sus intereses y que utiliza los sentimientos, los complejos, y las pasiones de los ciudadanos?
6. Me cuentan que muchos de los catalanes que hablan cotidianademente castellano apoyan el proceso independentista. Curiosamente muchos de ellos viven en las zonas en donde se han instalado más migrantes y en donde éstos tienen problemas de adaptación. ¿Responde el independentismo también a un fenómeno racista, como el que se está presentando en el resto de Europa?
7. Muchos catalano parlantes, de toda la vida, como se les identifica desde hace aí±os, están hartos de esta situación, retiran sus empresas y enfatizan la mediocridad de los lí­deres polí­ticos de Catalunya y de Espaí±a.

La situación me genera mucha tristeza. La clase polí­tica lleva más de treinta aí±os llevando a que este situación se genere. En la Espaí±a del «buen rollo» y de lo «polí­ticamente correcto», se fomenta el odio y la exclusión. Los polí­ticos son mediocres y las ideas escasean, en un contexto en el que estigmatiza al que piensa diferente.
¿Esta es la «democracia» que reclaman los que excluyen y discriminan a los que no piensan como ellos? ¿Cuando se van a tratar temas importantes como la gestión pública, la corrupción de los servidores públicos y la integración efectiva de los migrantes?
Por supuesto algo que lleva tantos aí±os larvándose no se va a arreglar en poco tiempo, pero yo invitarí­a a que la dirección polí­tica siguiera ese camino. Los racismos fomentados por la derecha, la izquierda y los movimientos nacionalistas (espaí±olistas y catalanistas) , forman parte del mismo juego mediocre del que no puede salir nada bueno.
Quizás, después de tantos aí±os fuera e Catalunya me faltan datos e informaciones, y alguno me podrí­a acusar de caer en el mismo error de Pardo en el caso hondureí±o. Unos pocos dí­as observando quizás no son suficientes. Lo que no se me puede seí±alar es que no conozco el contexto histórico y social de este pueblo … tampoco el hecho de conocer en sus entraí±as la mediocridad de una clase polí­tica que en general es tremendamente oportunista, y en muchos casos fundamentalista y racista.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *