Sí­ Esther, los redactores sin calle no son reportero

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Miradas de reportero

Por Rogelio Hernández Lopez

Nunca he tratado a Esther Vargas, me gustarí­a entablar amistad. Su página Web dice: Clases de periodismo. A veces pone buenas reflexiones como enseí±anzas en linea. Algo le ocurrió recientemente porque el 16 de julio pegó una especie de ensayo breve, lleno de recriminación (pesimismo, escribió ella) que tituló: El periodismo en los tiempos de los virales, los influencers y los reporteros sin calle

Leerlo, en mi caso, invocó tres imágenes recientes vinculadas al ejercicio del periodismo en México que, lamentablemente, confirman las observaciones de Esther. El reporterismo está copado por todos lados y está siendo avasallado. Fí­jense si no:

Caso 1. La expresión de Andrés Manuel López Obrador el 1 de julio al anunciar su triunfo, terminó con la frase «benditas redes sociales». Cantarlo así­ fue el reconocimiento que en todas las plataformas electrónicas marcó una monumental delantera más allá de la precampaí±a y de la campaí±a, como lo prueban todos los análisis, pero al inspeccionar la calidad de los contenidos en todas ellas lo que predominó fue la propaganda, muchas de las veces en oposición a los contenidos periodí­sticos crí­ticos y bien hechos. Es decir, su apoyo logrado fue que entre sus miles de seguidores virtuales hubo alguno que otro periodista en serio, pero en la mayorí­a de los casos fueron expertos en hacer mensajes ví­rales que lograron arrinconar a los crí­ticos como antiamlo. El periodismo que informó bien, que casi al final de su campaí±a fue de casi todos los medios convencionales (impresos, radio, televisión y páginas web bien instaladas), al candidato ganador no le mereció ningún superlativo similar. Las «benditas redes sociales» avasallaron al periodismo profesional, el que reportea fuentes vivas.

Caso 2. La crí­tica de Esther Vargas se enfoca a que en las mismas redacciones de los medios convencionales con sitios web se menosprecia al reporterismo. Ella dice:

«¿Cómo se hacen los virales? La pregunta me la hizo un estudiante de periodismo. Lo primero que le dije fue: ¿Y cómo se hacen las noticias? Lo triste fue recibir una respuesta: ”He conseguido prácticas. Me piden que haga virales, y no sé si estoy preparado». Ese supuesto periodismo te hará perder la fe en el oficio’, pensé ensayando un titular de esos…»

De ese párrafo desprendí­ otra imagen de Mexico. Hace poco un diario que comenzó en internet debió cambiar a la mayorí­a de sus reporteros por presiones geográficas. Tuvo la oportunidad de tomar el 80 por ciento de sus contenidos noticiosos necesarios del caudal de una redacción hermana integrada por reporteras y reporteros ya veteranos y contratar solo reporteros de investigación para regenerar su perfil inicial de trabajos sólidos, bien investigados, de los que marcan agenda. Pero se optó por contratar jóvenes recién egresados, porque «los otros son mediocres y corruptos». Se tení­a la esperanza que los jóvenes «castos y de buenas calificaciones académicas» podrí­an hacer contenidos virales desde el escritorio. Y todos los dí­as confirmo que esa forma de ver al periodismo tiene razón porque el perfil original del diario de investigación sigue diluyéndose, pero eso sí­ con marcas altas de visitas en web como tuvo antes cuando producí­a impactos reporteriles, aunque ahora lo viral no se traduce en altas ventas que recuperen la inversión. Esto último, quizá sea, porque allí­ también se desprecia al reporterismo de calle.

Caso 3. Hace unos dí­as, en una plática informal recordé que, Carlos Marí­n, mi director en Milenio por más de 10 aí±os, me dijo tres veces que por observaciones de los administradores yo tení­a que subir mi productividad, porque solo entregaba 4 o 5 materiales al mes. En todas le argí¼í­ que me habí­an

contratado como reportero de asuntos especiales y que en la mayorí­a de los casos mis trabajos eran de primera plana en el diario y/o en la revista semanal. A la cuarta vez que lo presionaron en «la administración» acordamos mi retiro. Allí­ como en otros lados quieren medir los resultados de los reporteros como si fueran obreros de productos tangibles: mesas, sillas, ollas, panes, o como miden ahora en cantidad de notas virales y si son muchas mejor, de preferencia de las khardashians, de Luis Miguel, de raperos, de prí­ncipes decadentes,…. La cantidad por calidad, aunque el reporterismo, ese que ve, escucha, testifica y convierte la realidad en noticia siga desvaneciéndose.

Tiene razón Esther. Ese periodismo de redactores sentados, que padrotea la información de los reporteros de calle y selecciona o reacomoda el trabajo ajeno para hacerlo viral es la deformación de la esencia del periodismo: reportear.

Ella lo dice así­: «El principal activo de una redacción no es el edificio que ocupa, la tecnologí­a de sus espacios, y menos el tráfico, la audiencia, o los diarios vendidos. El activo es su gente, sus hombres y mujeres periodistas que dí­a a dí­a se debaten entre mantenerse a flote con las cifras en el cuello y el origen mismo del periodismo: ser útiles. Y lo que ello implica: ser relevantes, necesarios, urgentes, comprometidos, servir. Lo que menos necesita el periodismo hoy es a estos falsos mediáticos que con el traje de periodista transgreden formas, buenas prácticas y hacen de la noticia un espectáculo chirriante que se acerca más al talk show’ que al periodismo responsable.»

Graciela Machuca

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