Hay silencios que se hacen odiar

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Miradas de reportero

Rogelio Hernández López

Este parece tema de poetas, pero aquí­ no será. Hacer poesí­a es algo muy serio, para otros espacios y para quienes saben hacerlo. Sólo quiero compartir, como reportero, algunos silencios que me pesaron más en un dí­a. Quizá ayude a que otros colegas identifiquen los suyos, de esos que son aborrecibles y que no han podido interpretar.

El de nuestra plaza

Apenas el miércoles 30 de mayo fui, como cada aí±o, a la cuchilla que se forma con las bocacalles de Reforma, Puente de Alvarado y Zarco en la Ciudad de México. A los 30 minutos me alejé con un malestar profundo, de esos que invocan tristeza, enojo, palabras hirientes que no encuentran destino. Luego, difundí­ unas fotos de la plazuela solitaria y en el centro una pequeí±í­sima plancha de cemento crudo, muy sucia, en honor a Manuel Buendí­a, el influyente columnista que silenciaron impí­amente con dos balazos por la espalda y lo remataron con otro en el tórax a la vista de muchos que deambulaban en la avenida Insurgentes.

Aquel acallamiento impactó en todos lados y derivó en que decenas de periodistas hiciéramos nuestro ruido incesantemente ¡durante 5 aí±os! Investigaciones, noticias, cartones, programas especiales, libros… hasta que detuvieron a José Antonio Zorrilla Pérez y a sus cómplices. Todo eso de muchos fue porque, según creo, coincidimos en tratar de impedir que nos asesinaran a otros.

Pero, aunque no nos callamos y poco a poco se han ido uniendo jóvenes del gremio a las escandaleras que hacemos los periodistas afines, resultó insuficiente para impedir que mataran a 3 más en el periodo de López Portillo, 46 en el sexenio de Salinas de Gortari, 24 con Ernesto Zedillo, 31 con Vicente Fox, 63 con Felipe Calderón y 46 en lo que va del sexenio de Peí±a Nieto. (datos de la Casa de los Derechos de Periodistas).

En total, 249 silencios después de Buendí­a, acallamientos con violencia desde aquel 30 de mayo.

Por todo eso mi desazón de ese miércoles. Escribí­ para facebook:

Hoy se silenció la Plaza Francisco Zarco.

Por primera vez desde hace 34 aí±os no hubo acto masivo de periodistas por Manuel Buendí­a, asesinado en 1984.

Cada 30 de Mayo, desde entonces, nos concentrábamos a las 12:00 horas en esa plaza Zarco decenas de colegas, a veces cientos, para protestar por los maltratos, agravios y asesinatos y exigir justicia.

Ayer fue asesinado el reportero Héctor González en Tamaulipas, el séptimo en este aí±o, el victimado número 46 en el sexenio actual.

Hoy ya no protestamos en este sitio. Por inercia llegamos los reporteros Lidia Rita Bonilla, Pepe Reveles y este su colega.

Se impuso la falta de unidad, de organización, de espí­ritu de cuerpo, de apoyo social. En tres décadas y media hemos conseguido muy poco de eso.

Quizá, la sociedad sí­ esté un poco mejor informada.

El del Bato

Ese mismo dí­a, la pesadumbre derivó en mi viejo miedo de que el silencio de la plaza me alcanzará.

Al toparme con mi pila de libros más recientes me llamó Los huérfanos del Narco. Me invadió de nuevo la tristeza al leer la dedicatoria que hizo Javier Valdez Cárdenas el 15 de noviembre de 2015, después de que comimos, bebimos y estimulamos nuestros pesimismos:

Para Rogelio

amigo mí­o

y cómplice,

y fuego

y luz

en medio del pinche páramo de la desesperanza

¡Salud, bato querido!

Ese silencio todaví­a nos duele.

Son más horridos los silencios totales y peor cuando los produce la violencia.

Todas y todos morimos un poco cuando son tan cerca.

Creo que también se horrorizan los pocos colegas que leen esta columna que pergeí±o para ellos cada semana.

Aborrezco casi todos los silencios: los que han causado las armas de los malos en Tamaulipas y todo el norte, en La Laguna, en el Istmo, en Tierra Caliente y ya se encaminaron al sureste, porque alimentan nuestros miedos.

Igual me amargan esos que derivan de las presiones y agresiones de los polí­ticos; los que hacen colegas por necesidad de ingresos extras.

Todos esos silencios de periodistas rompen con la mí­nima armoní­a que debiéramos tener firmemente con quienes tienen derecho a saber.

La musicóloga espaí±ola, Carmen Pardo Salgado interpretó Las formas del silencio. En ese ensayo dice:

… es preciso perderse para empezar a escuchar…

Es preciso hacer el silencio en la escucha y en la mirada para descubrir las formas del silencio.

¿Cómo hacer para que las y los colegas que creen que el periodismo profesional en lugar de callar encuentren las formas y momentos para cumplir con el servicio social de informar honestamente?

¿Cómo hacer para que entre periodistas nos despojemos, aunque sea un poco, del individualismo y sectarismo que se nos instaló por las ondas retumbantes de la cultura polí­tica?

Con tantos silencios se han creado muros invisibles que nos impiden la identificación como pares.

¿Cómo hacer para ponerle cimientos, ladrillos y mescla a nuevas formas de organización colegiada y de la mucha tolerancia que permite la unidad?

Sinceramente pienso que algunos veteranos, como yo, aún podemos aportar al sueí±o de alcanzar una etapa profesionalista del periodismo, en la que podamos trabajar con responsabilidad y libertad porque no deseamos desvanecernos entre esos odiosos silencios.

Graciela Machuca

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