Al Margen 

Rubén Vizcaí­no A.

Existe, sin duda, una deuda de la administración estatal para con el sur del Estado, cuya votación abrumadora le permitió a Carlos Joaquí­n cristalizar su sueí±o — y legí­tima aspiración —, de gobernar esta entidad.

Las facturas sin pagar se acumulan. No hay oportunidades de empleo. Ni iguales ni mucho menos mejores que antes. No hay seguridad pública. Tampoco reactivación económica.

El desánimo, la frustración, la decepción ciudadana son palpables y reales. Lo más grave: son justificadas.

El desánimo es la constante. Entre las directrices anunciadas por la administración de Carlos Joaquí­n no se ve, por ningún lado, una real posibilidad de superación. Ni siquiera a largo plazo.

El recinto fiscal, la quimera de Rosa Elena Lozano, huele a vacilada. ”Le mintieron al gobernador», me susurra al oí­do uno de los más grandes importadores. Aí±ade que se trata de repetir el esquema que intentó Félix González Canto con el Dragón Mart en Cancún. Vender espejos a precio de diamantes. Mi informante es preciso: los terrenos proyectados en este fraudulento asunto son propiedad de un conocido arquitecto y constructor, identificado ampliamente como prestanombres de Joaquí­n Hendricks.

La reactivación de la carretera a Centroamérica, es otro cuento chino, que no cuenta con el necesario cabildeo previo con los ejidos por los que pasarí­a y que se apresurarán a exigir la indemnización por la afectación a su patrimonio.

La ciudad administrativa, que se anuncia, pero que no cuenta con soporte presupuestal alguno, es solo un sueí±o. Suena bien que el gobierno deje de pagar renta por los edificios que albergan sus oficinas, pero los ”arreglos» y ”pagos de favores» que implican estas erogaciones complicarán que se concrete el proyecto.

Ni que decir de la puesta en marcha de la zona arqueológica de Ixcabal, el proyectado detonador turí­stico, no solo de Bacalar, sino de todo el sur de la entidad, según —claro—, el discurso oficial. Este proyecto, aplazado una y otra vez, no tiene para cuando concretarse. Más aún, la experiencia, triste por cierto, de los otros vestigios del sur; Kohunlich, Kinichná, Dzibanché, Oxthanká, Chacchoben y sobre todo: Chakanbakán, resultan vergonzantes. Sin paradores ni servicios básicos, sin caminos de acceso en buen estado, sin promoción, estos maravillosos ejemplos de la cultura Maya permanecen olvidados.

Contra las promesas incumplidas, el contraste de la cruda realidad es brutal. En Chetumal, al menos la mitad de los locales comerciales, casas y departamentos están en renta o en venta. La obra pública, necesaria, indispensable, brilla… pero por su ausencia. Los baches, desfondes, la falta de banquetas, de seí±alamientos viales, es lacerante.
Es verdad que no existen ”varitas mágicas» para resolver todas las necesidades. Aunque eso no es consuelo para nadie. La esperanza de un ”cambio» que no se concreta ni se vislumbra siquiera, a 18 meses de distancia, debe ser motivo de profundo análisis para quienes de verdad aspiren a tener un lugar de privilegio en la historia de esta entidad. Ojalá y así­ sea.

Graciela Machuca

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