DESTRIPACUENTOS

Por Antonio Callejo

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Con una notable ausencia de polí­ticas públicas para `construir ciudadaní­a´, esta ciudad será cada vez más agresiva para sus habitantes

 

En cada elección resulta ganador un grupo minoritario, y tiene en contra a una mayorí­a crí­tica, que prefiere `meter el pie´ y festejar cada fracaso

 

Cancún, Quintana Roo (21 de marzo).- Cancún ya no es un ciudad. Es un negocio que se explota de forma extensiva y explosiva. Su futuro inmediato no es nada halagador. Por el contrario.

Si alguien ingenuamente piensa que las cosas se van a componer, la realidad, por lo pronto, nos manda seí±ales muy claras de que no será así­.

Va a empeorar.

Creo que sobra traer a cuento las cifras inquietantes. Los delitos de alto impacto, el í­ndice de embarazos adolescentes, la violencia intrafamiliar, el caótico e insuficiente sistema de vialidades, el consumo de drogas ilí­citas desde temprana edad, la impunidad, la falta de espacios para bachilleres y universitarios, versus la proliferación de pandillas.
La migración legal y la ilegal.

A este cóctel de problemas conocidos, y seamos realistas como se indica lí­neas arriba, hay que aí±adirle la pérdida consecuente del sentido de `ciudadaní­a´.

Y no quiero referirme a los organismos presuntamente ciudadanos que están apareciendo por allí­ como hongos, porque sus objetivos partidistas delatan de inmediato que son facciosos. Impostores, sectarios, inconfesablemente partidistas e intolerantes.

Si quiero aí±adir a esa clase empresarial hipócrita. La que se dice `socialmente responsable´, porque este destino tiene el número más grande de `pagadoras´, en contraste con cualquier otra ciudad. Para pagar menos impuestos, nada de prestaciones sociales y el mayor número de ganancias posible.

Proliferan los residenciales y fraccionamientos cerrados, bardeados, porque esos empresarios huyen de los empleados que explotan, de sus hijos y del resto de los vecinos a quienes temen.

Hay que referirse a ese gran conglomerado de personas que hacemos este enorme crisol al que llamamos Cancún.

La realidad es que estamos en una ciudad cada vez más violenta. Y no sólo por los asesinatos de un dí­a sí­ y otro también.

Es posible darse cuenta de esto si alguna vez has salido, incluso a una ciudad del Norte del paí­s.

Con menos habitantes que Cancún, conducir un vehí­culo en Baja California Sur, o en Sonora, o en Chihuahua, te das cuenta inmediatamente de que los demás conductores respetan `a pie juntillas´ las reglas de tránsito.

Para donde hay una seí±al de alto sin necesidad de un semáforo. Dan el paso al transeúnte en las áreas de estacionamiento de los centros comerciales.

Si hay un embotellamiento, aplican la regla de `1 x 1´, que aquí­ sencillamente es de un idioma extraterrestre.

Las mamás que llevan a sus hijos a la escuela en la maí±ana son más peligrosas (seguramente hay excepciones), que un trailero empastillado.Aquí­ la seí±al conocida como `direccional´, significa: ”rebásame, no me dejes pasar». Y si lo logro, miéntame la madre.

Mientras, la avenida Bonampak se llena de concesionarias de automóviles que venden tanto para engrosar hasta en un 20 por ciento anual el parque vehicular. Las vialidades crecen al 2 por ciento anual. ¿Embotellamientos? ¿Cada vez más largos tiempos de traslado? ¿Un pequeí±o accidente ocasiona un caos en amplio sector de la ciudad?

¿Te organizas con compaí±eros de trabajo o vecinos para usar un mismo vehí­culo?
¿O prefieres ir en tu auto cómodo, solo, aunque sólo vayas al Oxxo?

¿Los vecinos no avisan si llegan los ladrones a vaciarte la casa?
Los taxistas le ganaron a Uber y volvieron a los maltratos, a discriminar a los pasajeros y a cobrar lo que se les da la gana. So pena de salir madreado. Allí­ están los testimonios de locales y turistas.

Los cancunenses vivimos con el tiempo `apretado´. La mayorí­a trabaja horarios de más de 12 horas, y `dobletea´ si no llega el relevo. El patrón (capataz) se encarga de esa explotación para darle gusto a los dueí±os, sobre todo en la industria turí­stica, donde las ganancias viajan para caer en cuentas bancarias sitas en paraí­sos fiscales.

Dice un estudio que ya hemos reseí±ado, que Cancún es la ciudad con el más alto í­dncie de depresión emocional. Sobre todo entre las personas que viven de las `propinas´.

 

Y viene un proceso electoral que dejará todo igual

Es muy sencillo.

Los partido polí­ticos son los verdaderos dueí±os de Cancún. No los ciudadanos.

Son grupos de intereses muy claros, que ven al gobierno municipal como una fuente inagotable de recursos, para su bienestar y nada más.
Por eso la batalla es tan dura. Se avecina una guerra de proporciones mayúsculas por controlar el presupuesto de esta `ciudad-negocio´.

Tan simple como hacer cuentas:
En cualquier escenario, quien gane, como ha ocurrido prácticamente desde el inicio de Cancún, representará una mí­nima parte de los votantes.

El padrón electoral es de la mitad del número total de cancunenses.

Y el partido o alianza ganadora, llega a gobernar contra la mayorí­a que votó por otra opción.

Acto seguido, esos ciudadanos que no se ven representados, festejan cada uno de los errores del gobierno en turno, del color que sea.

Y si pueden meter el pie, mejor. Para eso están los polí­ticos que pierden.

Nadie ha podido sumar a un conglomerado de personas para que Cancú vuelva a ser ese lugar habitable, amable, gentil.

Viene un proceso electoral que, otra vez, repetirá el esquema de un gobierno electo por la minorí­a, con una mayorí­a disconforme y crí­tica.

¿Qué hacer? Bueno, esa tarea es de los sesudos analistas sociales.
Lo cierto también es que la `ciudadaní­a´ se construye desde iniciativas que presenten esta realidad, con propuestas para ir solventando esta agresiva situación.

Por lo pronto, hay que admitirlo:  Hemos perdido el paraí­so. @AntonioCallejo

Graciela Machuca

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