Reconstruir sin perder la memoria

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El sismo del 19 de septiembre afectó más de 1.000 casas de adobe en Tetela del Volcán. Un grupo de arquitectos trata de evitar que una técnica de construcción centenaria se pierda

RICARDO DELLA COLETTA | EL PAíS

La familia Trujillo.

Cuando le preguntan por la cocina de su casa, Bernardino Trujillo mira al cielo. ¿Cuándo se construyó? Bernardino, un campesino de 73 aí±os, levanta la vista. «Antes de la Revolución ya existí­a y en ella durmieron los zapatistas de esta zona», afirma. La cocina es un pequeí±o cuarto de adobe, una construcción humilde dentro de la cual no hay más que un horno de leí±a y lo indispensable para cocinar.

Bernardino y su familia consideran que la cocina es una herencia histórica. Ha pasado de padre a hijos durante generaciones y ahora esa herencia está en peligro. El sismo del pasado 19 de septiembre, cuyo epicentro se localizó a 50 kilómetros de allí­, le sacó grietas en las paredes. El ayuntamiento les dijo que pondrí­an las máquinas si los Trujillo querrí­an demolerla. «No estamos de acuerdo en derrumbarla porque tirarla es fácil. Pero esta construcción la tomamos como un patrimonio», dice Francisco Trujillo, de 40 aí±os, hermano de Bernardino.

La familia cuenta ahora con la ayuda de la Escuela de Estudios Superiores de Tetela del Volcán, vinculada a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, para reforzar las paredes damnificadas y evitar que la construcción se pierda. Un trabajo que la Universidad empezó a realizar en la ciudad, para que los habitantes que perdieron sus casas tengan la opción para recuperarlas. En Tetela se calcula que unas 1.000 casas se derrumbaron o sufrieron daí±os graves tras el temblor, de acuerdo con un censo realizado por la Escuela de Estudios Superiores.

No es raro toparse en la ciudad con personas que heredaron sus residencias de sus padres y abuelos. Hecho por los propios campesinos con tierra compacta, el adobe constituyó la base de construcción utilizada por la población de esta localidad. Y lo fue por distintas razones. Primero, porque la técnica se transmití­a de una generación a la otra. Y luego, porque el adobe tiene caracterí­sticas térmicas. La tierra retiene el calor durante el dí­a y lo libera por la noche, lo que se ha adaptado bien en una localidad con temperatura cambiante. Además, es con diferencia la opción más económica. «Al final de cuentas no gastas», dice Mariano Trujillo Mendoza, otro residente de Tetela del Volcán. Este campesino cuenta que su familia dispone de una renta que varí­a entre 1.000 y 1.500 pesos (entre 52 y 78 dólares) semanales, con los que mantiene a nueve personas.

Según Martha Shirley Reyes Quintero, directora de la Escuela de Estudios Superiores de Tetela del Volcán, el reto es evitar que el terremoto borre una técnica de construcción caracterí­stica de la región y que constituye parte de su identidad. «Queremos que se preserve la arquitectura vernácula basada en el adobe», afirma Reyes Quintero. «Lo que se derrumbó no fueron solo las casas sino la historia familiar que se heredó desde el tiempo de los bisabuelos de las personas que viven aquí­».

El trabajo se topa con el miedo de la comunidad. Tras el colapso de sus casas, muchos campesinos prefieren usar sus recursos métodos más modernos para reconstruir sus casas. Mariano Trujillo Mendoza, por ejemplo, quiere usar blocs de concreto para rehacer las paredes de su vivienda, aunque le haya permitido a un grupo de estudiantes de arquitectura de la Universidad Autónoma de México que recuperen con las técnicas tradicionales un cuarto externo en su pequeí±a propiedad.

Para los que quieren preservar sus viviendas tal cual las heredaron de sus padres, los arquitectos brindan a los afectados el apoyo técnico que les garantice edificaciones más resistentes. Los daí±os registrados, dicen estos profesionales, no ocurrieron por el hecho de que en la comunidad se utilice el adobe, sino por el uso irregular del suelo y fallas en el mantenimiento.

«Hay muchas casas de adobe en Tetela que no sufrieron daí±os, pero cuando nos acercamos vimos que tienen la espesura correcta de las paredes, que la cimentación es la adecuada y que están ubicadas en terrenos que no están inclinados», dice Arian Zarate, arquitecto de la ONG Cooperación Comunitaria, una de las que se involucraron en el esfuerzo de reconstrucción. De acuerdo con este arquitecto, la organización para la cual colabora está realizando en Tetela un trabajo de diagnóstico y de entrevistas en la comunidad para saber cuántas personas están dispuestas a recuperar sus viviendas con base en los conocimientos tradicionales.

Con los hermanos Trujillo también viven los hijos y la mamá de Francisco, Porfiria Mendoza. Ella tiene 83 aí±os y no quiere oí­r ni hablar de que derriben la vivienda de abajo. «Que la recuperen y que siga viviendo. Como yo».

Graciela Machuca

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