Entre el grabado goyesco y el muralismo mexicano

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Una exposición recuerda a los pintores catalanes Capdevila y Messeguer exiliados en México

MARIí‰N KADNER | ELPAíS

Un grabado de la serie 'Luz y tinieblas' de Francisco Moreno Capdevila.«Pintaban como mexicanos». Es algo que se dijo en repetidas ocasiones sobre los artistas Francisco Moreno Capdevila y Benito Messeguer, ambos ya fallecidos, en la presentación de una exposición sobre la obra de estos catalanes exiliados en México. Provení­an de un mundo oscuro y convulso, marcado por un sinfí­n de hechos dramáticos relacionados con la Guerra Civil espaí±ola, y llegaron al nuevo mundo, donde una corriente de artistas e intelectuales pedí­a un mayor compromiso social y la defensa del indí­gena. Así­, su obra va desde grabados en blanco y negro sobre la guerra y el franquismo —fuertemente inspirados en obras como Los caprichos de Francisco de Goya—, hasta grandes murales a la manera de Diego Rivera o José Clemente Orozco.

Capdevila (Barcelona, 1926 – Ciudad de México, 1995) llegó al paí­s norteamericano en 1939, tras la derrota republicana en Espaí±a. Sus dos obras más destacadas son Luz y tinieblas (1972), compuesta por 12 grabados, y el mural La caí­da del Gran Tenochitlán (la capital del imperio mexica, sobre la que se erige hoy la Ciudad de México), pintado en 1964 y protagonizado por rostros ocultos tras máscaras, caballos y hombres o esqueletos en llamas, en negro, rojo y amarillo. Por su parte, Messeguer (Tarragona, 1927 – Ciudad de México, 1982) «no es estrictamente un producto resultado de un exilio directo», explica, en la presentación, su hija Emma. Llegó a México con sus padres en 1945 para reunirse con sus hermanos, que habí­an huido de la guerra. Entre sus creaciones sobresale El Quijote, mensaje oportuno (1981), inspirado por sus maestros Diego Rivera y José Clemente Orozco.

Si bien su trayectoria vital y profesional es similar en numerosos aspectos, Capdevila podrí­a considerarse un individualista, pero no por ello menos comprometido socialmente. Su vocación era artí­stica, pero también docente. «Las formas son de todos, pero hay que aprender a expresarse como individuos», les decí­a a sus alumnos, según recuerda Jorge Pérez Vega, pintor, grabador y discí­pulo de Capdevila en la Academia de San Carlos. El gí¼ero Cap, como le llamaban, estaba empeí±ado en no repetirse: «No tengo un estilo, más bien me preocuparí­a tenerlo», expresaba el artista, según las palabras de la restauradora y profesora de Historia del Arte, Fabiola Martha Villegas.

Messeguer era, por encima de todo, un «humanista». Así­ lo define la doctora en Historia del Arte y catedrática de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM) Mayte Sánchez. Su afán, dice, fue la defensa de la relevancia de los murales, desde aquellas muestras más primitivas que ya contení­an el deseo humano de perpetuarse. «Defendí­a que [las pinturas rupestres] no eran prehistóricas, porque están pasando un mensaje, por lo tanto, una historia», explica. Una de sus frases que más recuerda Sánchez es: «Me gustarí­a que mi pintura llegara a todos, pero no tengo la respuesta, solo mis puntos de vista».

Asistentes a la presentación de la exposición.
Asistentes a la presentación de la exposición.LUIS MIGUEL VARGAS

La exposición sobre Capdevila y Messeguer podrá visitarse durante el próximo mes en el Ateneo Espaí±ol de la Ciudad de México y sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia espaí±ola (UNED), institución que ha organizado el homenaje con motivo de los 40 aí±os del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre México y Espaí±a y los 45 aí±os de la creación de la UNED.

Graciela Machuca

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