¿Qué decí­a el primer documento escrito que conocemos?

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Tallado en piedra de la diosa Inanna

La escritura vení­a de los dioses, o al menos eso creí­an muchos. Los griegos pensaban que Prometeo se la habí­a dado a la humanidad como un regalo. Los egipcios, que era un beneficio de Tot, el dios del Conocimiento. Para los sumerios, la diosa Inanna se la habí­a robado a Enki, el dios de la Sabidurí­a.

Los eruditos hace tiempo dejaron de apoyar la teorí­a de que la escritura es un regalo divino, pero tomó más resolver el misterio de la razón por la cual las civilizaciones antiguas la desarrollaron.

¿Serí­a por razones religiosas o artí­sticas? ¿O para enviar mensajes a los ejércitos distantes?

El enigma se profundizó en 1929 cuando un arqueólogo alemán llamado Julius Jordan desenterró una vasta biblioteca de tabletas de arcilla de hací­a 5.000 aí±os.

Eran más antiguas que los ejemplos de escritura hallados en China, Egipto y Mesoamérica, y estaban escritas en unas figuras abstractas que se llegó a conocer como «cuneiforme».

Cuneiforme

Una gran urbe

Las tabletas estaban en Uruk, un asentamiento mesopotámico en la ribera del rí­o í‰ufrates, en lo que hoy es Irak.

Uruk era pequeí±o según nuestros estándares modernos -tení­a unos pocos miles de habitantes-, pero hace 5.000 aí±os, eso era enorme: una de las primeras ciudades del mundo.

Pero esta gran ciudad habí­a producido una escritura que ningún experto moderno podí­a descifrar. ¿Qué decí­a?

Uruk tení­a otro rompecabezas para los arqueólogos que parecí­a no tener ninguna relación con el de la escritura.

Dibujo de Uruk

Sus ruinas y las de otras ciudades de Mesopotamia estaban llenas de unos pequeí±os objetos de arcilla, unos con forma de cono, otros de esferas y algunos, cilí­ndricos.

En su diario, Julius Jordan escribió que tení­an forma de «bienes cotidianos: frascos, panes y animales».

¿Para qué serví­an? Nadie entendí­a.

Nadie, hasta que una arqueóloga francesa llamada Denise Schmandt-Besserat catalogó en los aí±os 70 piezas similares encontradas en toda la región, desde Turquí­a hasta Pakistán. Algunas tení­an 9.000 aí±os de antigí¼edad.

¿Qué eran?

Schmandt-Besserat concluyó que tení­an un propósito muy sencillo: conteo por correspondencia.

Las piezas que tení­an la forma de panes podí­an usarse para contar panes; las de jarras, para jarras, y así­.

Contar por correspondencia es fácil: no necesitas saber cómo contar, sólo tienes que mirar dos cantidades y verificar que son iguales.

El conteo por correspondencia es más antiguo incluso que Uruk.

El hueso de Ishango, el peroné de un babuino encontrado cerca de una de las fuentes del Nilo en la República Democrática del Congo, parece haber sido usado para contar haciendo marcas y es de hace 20.000 aí±os.

Pero las piezas de Uruk eran más avanzadas, pues eran usadas para contar muchas cantidades distintas y podí­an servir para sumar y restar.

Friso sumerio

Recordemos que Uruk era una gran ciudad. Una economí­a urbana requiere de comercio, planificación y recaudar impuestos.

Así­ que imagí­nate los primeros contadores de la historia, sentados a la entrada del templo de almacenamiento, usando esas pequeí±as piezas con forma de pan para contar los sacos de granos que entran y salen.

Pero Denise Schmandt-Besserat notó algo más; algo revolucionario.

Piezas y tabletas

Las marcas abstractas en las tabletas cuneiformes coincidí­an con las piezas de distintas formas.

Nadie se habí­a dado cuenta del parecido pues la escritura no parecí­a ser una representación de nada, parecí­an abstractas.

Pero Schmandt-Besserat entendió lo que habí­a sucedido.

Las tabletas habí­an sido usadas para registrar el ir y venir de las piezas, que a su vez estaban registrando el ir y venir de las ovejas, los granos y las jarras de miel.

De hecho, puede ser que las primeras tabletas eran hechas con impresiones de las piezas mismas sobre la arcilla aún blanda.

Luego, esos antiguos contadores se dieron cuenta de que era más sencillo hacer marcas con un estilete.

Entonces: la escritura cuneiforme era un dibujo estilizado de una impresión de una pieza que representaba un bien.

¡No sorprende que nadie habí­a hecho la conexión antes de Schmandt-Besserat!

Y más que eso

El caso es que ella resolvió ambos problemas al tiempo: esas tabletas de arcilla, adornadas con la primera escritura abstracta del mundo no habí­an sido usadas para escribir poesí­a, ni para enviar mensajes a lugares remotos.

Fueron usadas para llevar cuentas.

Y para escribir los primeros contratos también, pues estaban apenas a un pequeí±o paso entre registrar lo que ha sido pagado y lo que falta por pagarse.

La combinación de las piezas y la escritura cuneiforme llevó a un aparato de verificación brillante: una bola hueca de arcilla llamada bulla.

Bulla expuesta en el Louvre

En la parte de fuera de esa bola, las partes podí­an escribir los detalles del contrato; dentro de la bulla metí­an las piezas que representaban el acuerdo: lo escrito fuera era una verificación de las piezas dentro y viceversa.

No sabemos quiénes eran las partes en ese tipo de acuerdos. Podí­a tratarse de diezmos religiosos para el templo, de impuestos o de deudas privadas. Pero las bullas eran las órdenes de compra y recibos que hicieron posible la vida en sociedad en una ciudad compleja.

Eso es muy importante.

La mayorí­a de las transacciones financieras están basadas en contratos explí­citos escritos: seguros, cuentas de banco, bonos del gobierno, acuerdos hipotecarios. Todo está en contratos escritos, y las bullas de Mesopotamia son la primera evidencia arqueológica de que los contratos escritos existí­an.

Números

Los contadores de Uruk nos dejaron otra innovación más.

Al principio, el sistema para registrar 5 ovejas simplemente requerí­a cinco impresiones separadas de ovejas. Pero eso era engorroso.

Por ello crearon un sistema superior que involucraba usar un sí­mbolo abstracto para números diferentes: 5 lí­neas para el número 5, un cí­rculo para el 10, dos cí­rculos y tres lí­neas para 23.

Este es un recibo por ganado:

Los números siempre eran usados para referirse a una cantidad de algo: no habí­a «diez», sólo 10 ovejas.

Pero el sistema numérico era lo suficientemente poderoso para expresar largas cantidades, cientos y miles.

Un reclamo por reparaciones de guerra de hace 4.400 aí±os exige 4,5 billones de litros de grano de cebada, o 8,94 «guru».

Era una cuenta impagable, equivalente a 600 veces la producción anual de cebada de Estados Unidos hoy.

Pero era un número impresionantemente grande.

Y además era la primera evidencia escrita de la historia de interés compuesto. Pero quizás esa es una historia para otro dí­a.

Los ciudadanos de Uruk enfrentaban un gran problema, fundamental para cualquier economí­a moderna: el de lidiar con una red de obligaciones y planes a largo plazo entre personas que no se conocí­an bien, que quizás ni siquiera se conocí­an.

Friso sumerio

Para resolver el problema crearon varias cosas brillantes: no sólo las primeras cuentas y los primeros contratos sino también las primeras matemáticas y hasta la primera escritura.

Escribir no fue un regalo de Prometeo o de Tot.

Fue una herramienta desarrollada por una razón muy clara: para manejar la Economí­a.

 

Graciela Machuca

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