Papa Francisco: «Un creyente no puede hablar sobre la pobreza y llevar una vida de faraón»

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«La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Un creyente no puede hablar sobre la pobreza o sobre los sin techo’ y llevar una vida de faraón». En pleno escándalo «vatileaks», con la Iglesia en la mira por el uso «desenvuelto» de las finanzas vaticanas, Papa Francisco responde en una entrevista al periodista holandés Stijn Fens, del diario «Straatnieuws» de la ciudad de Hilversum.

«Yo quisiera -aí±adió el Pontí­fice argentino en la entrevista- un mundo sin pobres. Nosotros debemos luchar contra esto. Y la codicia humana siempre existe, la falta de solidaridad, el egoí­smo crean a los pobres. Por eso me parece un poco difí­cil imaginar un mundo sin pobres». «Si usted piensa en los nií±os explotados por el trabajo esclavo -continuó-, o en los nií±os explotados para el abuso sexual. Y otra forma de explotación: matar a los nií±os para quitarles los órganos, el tráfico de órganos. Matar a los nií±os para quitarles los órganos es codicia. Por esto no sé si podremos hacer este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoí­smo. Pero debemos luchar, siempre, siempre…».

Bergoglio insistió sobre el tema de la pobreza: «Jesús vino al mundo sin techo y se hizo pobre. La Iglesia quiere abrazar a todos y decir que es un derecho tener un techo sobre ti. En los movimientos populares se trabaja con tres ‘t’ espaí±olas: Trabajo, Techo y Tierra. La Iglesia predica que cada persona tiene el derecho a estas tres cosas». Pero hay que tener cuidado con dos tentaciones: «la vida de faraón» y hacer acuerdos con gobiernos. Estos últimos «se pueden hacer, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes. Porque siempre existe la tentación de la corrupción en la vida pública. Tanto politica como religiosa». Por ejemplo, indicó, «nosotros administramos este palacio, pero las cuentas son vigiladas para evitar la corrupción».

«Yo recuerdo que una vez, con mucho dolor, vi, cuando la Argentina bajo el régimen de los militares entró en guerras con la Gran Bretaí±a por las Islas Malvinas, que la gente daba cosas, y vi que muchas personas, incluso católicos, que se encargaban de distribuirlas, se las llevaban a casa. Una vez le hice una pregunta a un ministro de la Argentina, un hombre honesto -continuó el Papa. Uno que dejó su puesto porque no podí­a estar de acuerdo con algunas cosas un poco oscuras. Le pregunté: Cuando ustedes enví­an ayuda, sea comida, ropa, dinero, a los pobres y a los indigentes, de eso que enví­an, ¿cuánto llega allá, tanto en dinero como en gasto?’. Me dijo: El 35%’. Significa que el 65 % se pierde. Es la corrupción: un trozo para mí­, otro para mí­…».

El Pontí­fice también habló sobre su vida cotidiana en la Casa Santa Marta, recordando, como en muchas otras ocasiones, que «no es una jaula», pero que «me falta la calle». «No puedo vivir acá -dijo Bergoglio hablando sobre el Palacio Apostólico-, simplemente por motivos mentales. Me harí­a daí±o. Al principio parecí­a una cosa extraí±a, me pedí­ quedarme aquí­, en Santa Marta. Y esto me hace bien, porque me siento libre. Como en el comedor en donde comen todos. Y cuando llego temprano como con los empleados. Encuentro a la gente, la saludo, y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle».

Marc, uno de los vendedores del periódico holandés por las calles, también hizo algunas preguntas al Papa, después de haberlo invitado a comer una pizza un dí­a a cualquier restaurante («Me gustarí­a -dijo Francisco- pero no vamos a poder hacerlo. Porque nada más salgo de acá, viene la gente. Cuando fui a cambiarme los lentes, eran las siete de la noche. No habí­a mucha gente en la calle. Me llevaron a la óptica y salí­ del coche, y ahí­ habí­a una mujer que me vio y gritó: ¡El Papa!’. Y luego yo estaba adentro y afuera toda la gente»). ¿Cuando era pequeí±o, soí±aba con ser Papa? «Cuando era pequeí±o -reveló Bergoglio-, no habí­a tiendas en las que se vendí­an cosas. En cambio estaba el mercado, en donde estaba el carnicero, el de la fruta, etcétera… Yo iba con mi mamá y la abuela para hacer la compra. Era chico, tení­a cuatro aí±os. Y una vez me preguntaron: ¿Qué te gustarí­a ser de grande?’. Y dije: ¡El carnicero!’».

Y en relación con el cambio radical que representó en su vida la elección como Obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio indicó: «Llegó y no lo esperaba. No perdí­ la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho e ser famoso. Me digo a mí­ mismo: ahora tengo un puesto importante, pero en diez aí±os ya nadie te conocerá. Sabes, hay dos tipos de fama: la fama de los grandes’, que han hecho grandes cosas, como Madame Curie, y la fama de los vanidosos. Pero esta última es como una burbuja de jabón».

(RD/Vatican insider)

Graciela Machuca

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