”¿Por qué en blanco y negro? La sangre es demasiado roja»

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El gran fotógrafo alemán Jí¼rgen Schadeberg, celebrado en PHotoEspaí±a con una doble exposición

MANUEL MORALES|EL PAíS

Ese seí±or que se apoya en un bastón, con la otra mano rí­gida por los embates de la edad, tiene 85 aí±os. Una Leica cuelga de su cuello y, aunque camina con fragilidad, aún le mueve la curiosidad. A la mí­nima se pone a hacer fotos. El reputado fotógrafo alemán, Jí¼rgen Schadeberg (Berlí­n, 1931) es, con casi siete décadas de trayectoria y 150.000 negativos, una de las figuras de esta XIX edición de PHotoEspaí±a por dos motivos: su primera retrospectiva en Espaí±a, un centenar de imágenes expuestas en la localidad madrileí±a de Alcalá de Henares, en el antiguo convento de Santa Marí­a la Rica, hasta el 15 de septiembre. Y otra treintena de fotos en la galerí­a Blanca Berlí­n (hasta el 30 de julio). A ambas citas acudió acompaí±ado de su esposa Claudia, con la que vive desde hace tres aí±os en el pueblecito valenciano de Barx: ”La gente en Espaí±a sonrí­e, es cálida», dice sentado en una terraza frente a la galerí­a que le ha programado por primera vez.

Ojos azules, camisa vaquera y chaleco de cuero a lo fotógrafo, o sea, con bolsillos y cremalleras, Schadeberg recuerda la primera vez que hizo una foto. Fue en 1942, en un refugio antiaéreo en la capital del III Reich. El adolescente Jí¼rgen retrató con una Instamatic a las personas que estaban a su alrededor, mientras alguien tocaba un acordeón. Esa afición por la fotografí­a le situó de aprendiz en una agencia de prensa en Hamburgo. En 1950, se marchó a Sudáfrica para trabajar en una revista, Drum, como jefe de fotografí­a (luego serí­a editor de arte). ”En Alemania habí­a demasiados nazis, estaban todos en la Administración, se respiraba en la atmósfera y no me gustaba».

En Sudáfrica conoció a Nelson Mandela, al que retrató en numerosas ocasiones. ”Era una persona divertida y solí­amos bromear. Recuerdo que en 2006 nos vimos y me dijo: ¿Pero qué haces que no te retiras?’. Y yo le dije exactamente lo mismo». El retrato más célebre se lo hizo en 1994, cuando Mandela regresó a la celda de Robben Island en la que habí­a estado encerrado 17 aí±os. ”Entró y se quedo pensativo mirando por la ventana. Entonces aproveché y disparé. Después se giró y le di las gracias».

En Sudáfrica habí­a estado Schadeberg 14 aí±os, hasta que el régimen delapartheid se lo puso difí­cil. ”En una ocasión, un policí­a me puso una pistola en la cabeza, aunque eso no fue lo que más me asustó. Yo era un blanco trabajando en una revista de negros y para negros, y los agentes siempre estaban detrás de mí­, preguntándome qué me traí­a entre manos. Drum destapaba la situación del pueblo negro, como los tratos que sufrí­an en los campos en los que trabajaban». Esto le obligó a ir de incógnito: ”Llevaba la cámara dentro de un pan. Otra vez, en una iglesia de blancos, la metí­ en una Biblia hueca a la que habí­a hecho un agujero. Ahora suena divertido, pero entonces era peligroso».

Después vivió en Londres, Parí­s, Berlí­n… De sus dotes como fotógrafo destaca ”la rapidez para disparar» y, a la hora de conseguir buenos retratos, ”sonreí­r, aunque dependí­a de las  circunstancias». La mayor parte de su obra es en blanco y negro porque, como dice: ”La fotografí­a en color es como una caja de bombones». Schadeberg sostiene que ”a veces, el color es demasiado fuerte, los colores despistan, mientras que con el blanco y negro es más fácil centrarse». «En ocasiones habí­a sangre en mis historias, y la sangre es demasiado roja».

Cuando se le pregunta qué ha sido lo más duro de ser fotógrafo, responde entre risas: ”Tratar de ganarme la vida con ello». También ha tenido claro que lo suyo era «fotografiar lo que tení­a delante, e intentar dejarlo como hecho histórico», por eso se define como «un fotógrafo que ha documentado la vida».

Mientras habla, en la mesa de detrás no ve a una pareja que se hace selfies entre muecas. ”Hoy, la fotografí­a se utiliza más como expresión personal, ya sea a través del arte o, en su versión más estúpida, con los selfies... Y luego están esas fotos de los pies que se hace todo el mundo… Somos más egocéntricos, y nos hacemos fotos o pedimos que nos las hagan. Es una fotografí­a que documenta la estupidez». A su edad, aún piensa en proyectos: «Como tengo la movilidad limitada, estoy pensando en fotografiar en silla de ruedas. Así­ será más difí­cil que se den cuenta de lo que estoy haciendo».

Con información de elpais.com

Graciela Machuca

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