La verdad sobre la polémica escena de sexo de «íšltimo tango en Parí­s», a 40 aí±os

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Por Redacción VOS 0
íšltimo tango en Parí­s, la pelí­cula con la que en 1972 Bernardo Bertolucci se ganó una nominación al Oscar a mejor dirección, es recordada por contener una de las escenas de sexo más fuertes del cine convencional no pornográfico.

En ella (disponible en Metacafe solamente para usuarios mayores de 18 aí±os), Marlon Brando (que interpretaba a Paul) utilizaba manteca como lubricante para mantener relaciones sexuales anales con Jeanne, el personaje de una jovencí­sima Maria Schneider, que por entonces tení­a 20 aí±os de edad. Por lo fuerte y lo explí­cito que resultaba para la época, el filme produjo una polémica de proporciones, centrada en esa secuencia de la trama en particular.

Pero resulta que, más de cuarenta aí±os después, el mismo Bertolucci aviva otra controversia, al afirmar que la escena del escándalo fue improvisada por Brando con su consentimiento y sin que Maria Schneider supiera lo que iba a pasar.

«La idea se nos ocurrió a Brando mientras estábamos desayunando -reveló hace poco el realizador-. En un momento, él comenzó a untar una baguette con manteca, y de pronto nos miramos cómplices». Sin el más mí­nimo remordimiento, Bertolucci siguió con el racconto de la vivencia.

«Decidimos no decirle nada a Maria para obtener una reacción más realista, no de actriz sino de mujer joven. En el momento en que llora, grita y se siente herida, en verdad ya estaba dolida por el hecho de que se le habí­a ocultado cómo serí­a la escena en que su personaje era sodomizado, y lo cierto es que haberse sentido de esa manera fue útil a la pelí­cula», revela.

Para el cineasta italiano, él y Brando fueron culpables de engaí±ar a la inexperta actriz, pero nadie los llevarí­a a un tribunal por eso».

Schneider, que murió en 2011 a los 58 de un cáncer de pulmón, habí­a dicho algo en 2007 en una entrevista con el Daily Mail. «Aquella escena no estaba prevista en el guión, aunque digan otra cosa. Pero no pude decir que no. Deberí­a haber llamado a mi agente o a mi abogado, porque nadie puede ser obligado como actor a hacer algo que no esté en el guión. Pero en ese entonces yo era muy joven y no lo sabí­a. Así­ fui obligada a exponerme a lo que creo fue verdadera violencia. Las lágrimas que derramo en esa pelí­cula son verdaderas: son lágrimas de humillación», habí­a dicho en ese momento.

Sin embargo, es la primera vez que tal cuestión es reconocida por Bertolucci.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Graciela Machuca

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