JORGE RAMOS: el mexicano que ha crecido hasta convertirse en el referente moral de los asuntos hispanos en Estados Unidos.

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POR HERNíN IGLESIAS ILLA / FOTOGRAFíAS DE ZONY MAYA

El hispano más influyente de los medios en Estados Unidos
El mes pasado, Cyntia Salazar y su familia viajaban desde Nuevo Laredo a las playas de Tamaulipas, bordeando hacia el este la frontera con Estados Unidos, cuando se encontraron en la carretera con un retén del Ejército mexicano. Salazar redujo la velocidad de su troca —viajaban con ella su marido, sus cinco hijos, su hermana embarazada, una sobrina de tres meses y un sobrino de ocho aí±os— y luego, como para despejar cualquier duda, bajó la ventanilla y saludó a los soldados. Pocos segundos después, sin embargo, Salazar y su familia oyeron la tos metálica de las ametralladoras militares y el zumbido del enjambre de balas volando en su dirección y descendiendo con ferocidad sobre la camioneta. Corrieron hacia el monte, intentando protegerse de la balacera; cuando se dio la vuelta, Cyntia vio que sus dos hijos varones (Martí­n, de nueve aí±os, y Bryan, de cinco) habí­an quedado atrapados.

Seis dí­as más tarde, Cyntia está sentada en una habitación de hospital en Nuevo Laredo, donde su marido se recupera de un tiro en un brazo. Están los dos frente a una cámara de Univision, la principal cadena de televisión en espaí±ol de Estados Unidos, asintiendo a las indicaciones que les da Jorge Ramos desde un estudio de televisión en Miami. ”Cyntia, quiero que me explique bien lo que ocurrió el 10 de abril», le pide Ramos, antes de empezar la entrevista. ”Y después me gustarí­a que me cuente qué quiere que ocurra de aquí­ en más, ¿le parece bien?» Salazar, una mujer bajita y de aspecto decidido, dice que sí­. Ramos hace una última aclaración: ”Sólo tengo siete u ocho minutos para darle, así­ que si pudiera mantener las respuestas lo más breves posible, mucho mejor».

Salazar le da a Ramos una gran entrevista. Cuando el periodista le recuerda que la Secretarí­a de Gobernación de México ha dicho que ella y su familia quedaron atrapados en medio de un tiroteo entre soldados y sicarios, Cyntia niega con la cabeza, sonriendo con amargura, y responde: ”No habí­a ningunos sicarios. í‰ramos solamente nosotros y los soldados, en plena luz del dí­a». Ramos —ojos azules, pelo gris, pómulos salientes: un cráneo perfecto para la TV, tan perfecto que parece diseí±ado a propósito— le pregunta entonces a Cyntia si cree que el gobierno está mintiendo. Ella vuelve a mostrar la misma sonrisa desencantada: ”Es imposible que ellos no vieran tanta corredera de nií±os y aun así­ seguí­an disparando, todaví­a en el monte… Cuando quise bajar a buscar a mi hijo, el de cinco aí±os, me lo mataron en mis brazos. Yo le gritaba a mi esposo: ‘Martí­n, me mataron a Bryan’. Todaví­a quise salvar a mi otro hijo, el que se me quedó en la troca, pero en el momento que abrí­ la cajuela me aventaron una granada».

Desde Miami, Ramos, vestido con traje azul, corbata amarilla y camisa celeste, escucha a Salazar con el gesto serio pero comprensivo del periodista profesional que sabe ponerse del lado de las ví­ctimas. (”Concibo el periodismo como una misión», dirá dentro de un par de horas, en su carro, camino a un restaurante.) Inclinado apenas hacia adelante, con un bloc de hojas blancas atrapado entre las manos, el tono de voz de Ramos es firme pero no brusco, y sus preguntas son más periodí­sticas que sentimentales. El periodista hispano más famoso de Estados Unidos quiere que Salazar le cuente qué ocurrió aquel sábado por la tarde y qué le ofreció Margarita Zavala, la esposa del presidente Felipe Calderón, cuando la llamó por teléfono. Su tono de voz y su lenguaje corporal indican a la audiencia de Al Punto, su programa dominical de entrevistas, que él tampoco confí­a en la versión de la Secretarí­a de Gobernación y que, si tuviera que elegir un bando, elegirí­a el de Salazar y su familia. No lo dice así­, con estas palabras, pero tampoco hace falta.

En los últimos aí±os, la figura del mexicano Ramos en Estados Unidos ha crecido hasta convertirse en una referencia moral, mucho más amplia y potente que la de su trabajo como presentador del noticiero nocturno de Univision: en el mosaico de testimonios y organizaciones que llevan una década pidiendo una reforma de las leyes de inmigración y dar una mayor relevancia a los asuntos hispanos en la polí­tica estadounidense, la voz de Ramos ha sonado más clara y más fuerte que casi ninguna otra. ”Jorge es la personalidad hispana más respetada en los Estados Unidos», explica Sergio Bendixen, consultor polí­tico de origen peruano y residente en ese paí­s desde 1961. Agrega Bendixen, que hace dos aí±os diseí±ó la estrategia electoral latina de Barack Obama: ”Su imagen no es la de un locutor de televisión común y corriente. La credibilidad de Jorge es la de un luchador por los intereses y los derechos de los inmigrantes latinoamericanos en este paí­s».

Hasta hace no mucho, la figura de Ramos era universal y apreciada entre los hispanohablantes de Estados Unidos pero perfectamente desconocida para quienes no hablaban en espaí±ol. A partir de 2008, sin embargo, la imagen y las ideas de Ramos comenzaron a gotear hacia el mainstream de los medios y la polí­tica gringos. A medida que se calentaba la campaí±a electoral para las elecciones de noviembre, que ganarí­a Obama, y aumentaba el valor que los polí­ticos de ambos partidos le daban al voto latino —Ramos lo llama ”el sí­ndrome de Cristóbal Colón»: cada cuatro aí±os, demócratas y republicanos vuelven a descubrir a los latinoamericanos—, la voz y la cara de Ramos saltaron de Univision, una cadena que los estadounidenses identifican con los culebrones y los comediantes disfrazados de nií±os, hacia sectores más respetables de la grilla de programación. Ramos participó como moderador en tres de los debates electorales de aquel aí±o: dos en Univision (una para los precandidatos republicanos y otro para los precandidatos demócratas) y uno en CNN. Según un informe de Media Matters, un centro de estudios sobre polí­tica y medios de comunicación, Ramos y su colega de Univision, Marí­a Elena Salinas (nacida en California de padres mexicanos) hicieron las preguntas más ”significativas» y ”sustantivas» de toda la campaí±a de debates.

Aquellas apariciones en el centro de la escena polí­tica de Estados Unidos tuvieron su recompensa. Stephen Colbert, el comediante que cada noche hace una parodia de los locutores conservadores, invitó a Ramos a su programa y fingió estar en contra de la inmigración. Ramos vendió con convicción (pero poco sentido del humor) su proclama principal: Estados Unidos debe abandonar su posición de resistencia al mundo latino, cuyo ascenso no sólo es inevitable sino también positivo para el paí­s en su conjunto. La confirmación de su salto a la fama llegó poco después, en Saturday Night Live, el programa humorí­stico que lleva 35 temporadas marcando el pulso cultural de Estados Unidos. Allí­, un actor interpretaba a un Jorge Ramos que babeaba por el actor que interpretaba a Obama. Para Ramos, podrí­a haber sido un poco humillante que la imagen suya retenida por Estados Unidos hubiera sido la de su admiración y su apoyo por el candidato demócrata. Cuando le menciono el incidente, prefiere concentrarse en su aspecto positivo: ”Ese dí­a dormí­ tranquilo, porque no hay nada más mainstream que Saturday Night Live —dice—. De todas maneras, lo más maravilloso del sketch fue que me imitaron sin acento. Se inventaron un Jorge Ramos sin acento, y eso fue sin dudas un logro muy importante».

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Graciela Machuca

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