Miradas de reportero: Ni la Lore, ni la Gí¼era. Fue la Tatis.

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Rogelio Hernández López

A los reporteros de justicia les recuerdo otro indicio del caso del secuestro y asesinato del joven Fernando Martí­ Haik: existe un tercer expediente donde se indica que la mujer que participó fue Maricela Peralta Gutiérrez, alias ”La Tatis».

Como sabemos, La Procuradurí­a del Distrito Federal no pudo probar la participación de Lorena González Hernández, la Lore. Siete aí±os después fue exonerada y puesta en libertad el 18 de julio reciente;

La Procuradurí­a General de la República promovió la consignación de Marí­a Elena Ontiveros, la Gí¼era, quien se encuentra procesada por el mismo delito desde 2008, pero que confesó con torturas, escribió el 5 de junio de 2015 David Bertet de la Asociación Canadiense por el Derecho y la Verdad.

Como reporteros no podemos saber de todos los temas pero si estamos obligados a saber quién lo sabe y confirmarlos. Sobre el tercer expediente y otra mujer, les anoto otras cinco fuentes posibles:

Un alto mando de la Secretarí­a de la Defensa Nacional y Fernando Martí­ conocieron el tercer expediente y supieron de la confesión extraoficial de Maricela Peralta Gutiérrez, la Tatis, presuntamente desaparecida a fines de 2009.

También, Miguel íngel Mancera; quien fuera entonces Procurador de Justicia del Distrito Federal;

Igual, Luis cárdenas Palomino entonces coordinador de Inteligencia para la Prevención del Delito de la Policí­a Federal;

Ignacio Morales Lechuga, entonces rector de la Escuela Libre de Derecho, ex procurador del DF, cercano a la Presidencia de la República y a los investigadores de seguridad nacional, autores del tercer expediente.

UN TESTIMONIO COMPROBABLE

El 22 de noviembre de 2009, este reportero entregó un relato testimonial para la Revista de investigación, Contralí­nea. Fue publicado y nunca refutado en ninguna de sus partes. Lo siguiente son partes textuales:

Yo me enteré circunstancialmente del ”Expediente Tatis» en noviembre de 2008. Un ex subprocurador capitalino me platicó de una investigación no oficial que ubicaba a una mujer distinta a la Lore entre los secuestradores. Aseguró que ya tení­an una copia del expediente Fernando Martí­, el padre del joven asesinado y el Procurador del D.F.

Habí­a que verificar esa versión. Yo sabí­a que la historia de la Tatis estaba contada parcialmente por José Reveles, el reportero investigador, en notas breves de El Financiero y un ensayo para su libro Las historias más negras.

Acudí­ a la notarí­a que tiene Morales Lechuga. í‰l me confirmó varias partes y precisó otras. Franco y llano reconoció tener una copia de tal expediente; no mostró reticencia a su verosimilitud porque conocí­a que el jefe de la investigación ”es un elemento serio y responsable». Me dio su nombre completo.

Después, según sus dichos, él mismo citó a Fernando Martí­ y le presentó al investigador para que le entregara una copia más las razones y procedimiento de esa investigación.

En ese encuentro se acordó entregar los avances de la investigación al jefe de gobierno capitalino, pero se optó por enterar al procurador (Miguel íngel Mancera) y que él decidiera entregar, o no, el paquete a Marcelo Ebrard. Así­ se hizo.

Con esas y otras acciones, Morales Lechuga respaldó al equipo que seguí­a realizando la investigación. Tení­a varias razones: su amistad con Fernando Martí­; conocí­a bien al investigador desde que él fue coordinador de polí­ticas de seguridad pública en la Secretarí­a de Gobernación. Sabí­a que aquel se habí­a destacado como jefe de uno de los grupos de contrainsurgencia desde la desaparecida Dirección Federal de Seguridad.

Así­ confirmé que la investigación existí­a y que el equipo era serio y con experiencia en Seguridad Nacional. Sin embargo, yo debí­a obtener una segunda confirmación. Busqué al jefe de tal investigación. Lo encontré mediante un amigo común.

EL TERCER EXPEDIENTE

En el primer encuentro, recordamos que el amigo común ya nos habí­a presentado en 2006 durante una comida con un general militar y varios comandantes policiacos. El investigador de La Tatis se identificó plenamente. Pidió que su nombre no fuera expuesto en escritos de prensa. ”Ya es legal no revelar las fuentes de periodistas», me dijo para reforzar su petición. Me relató que antes ya lo habí­a encontrado otro reportero, José Reveles.

Su pesquisa central era que en el secuestro de Fernando Martí­ Haik, ocurrido el 4 de junio de 2008, habí­a participado una mujer que no era la Lore, ”sino otra más joven, más clara de piel y de pelo; más alta, voluptuosa; diestra en el manejo de vehí­culos y armas de fuego; su nombre Maricela Peralta Gutiérrez y con los apodos de la Mari o la Tatis.

Después, nos vimos tres ocasiones más el policí­a investigador, el amigo común (del que también guardo su identidad). En una de ellas también estuvo José Reveles. Al cuarto encuentro (agosto de 2009) el policí­a investigador me mostró el expediente más completo, me dio un par de fotos y actualizó información que Reveles no habí­a publicado.

El expediente indica, con detalles, el joven Martí­ no fue detenido en un retén sino interceptado cuando viajaba en el mismo vehí­culo con su chofer Jorge Palma y su escolta Christian Salmones; que se les atravesó una camioneta X-Trail, color arena, placas 145 VCC y que atrás se colocó una patrulla de la PGJDF con placas 2911.

Los interceptores fueron seis: dos agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI), un judicial capitalino, dos ”civiles» hombres y una mujer. En ese expediente fueron identificados con los nombres de Iván Cárdenas (uno de los federales), Gabriel Ricardo Rojas Cervantes, el Gabo (el judicial capitalino), Fabián y Jorge N (hermanos) y Maricela Peralta Gutiérrez, la Tatis.

La Tatis reveló que ella fue parte de los custodios en una casa de seguridad desde la noche del rapto. Contó que el joven Martí­, ya en cautiverio, mostraba deficiencias respiratorias, constantes ataques nerviosos y llantos incontrolables. Eso desesperaba a uno de los custodios y comenzó a colocarle una bolsa de plástico en la cabeza para que se calmara. Pero se le pasó la mano y el joven ”murió por accidente» casi a los tres dí­as de haber sido secuestrado.

Cuando ocurrió el fallecimiento, alguien de la banda decidió continuar con las negociaciones para cobrar el rescate, pero la Tatis decidió dejar la casa y alejarse del grupo. Y como temí­a que la perseguirí­an, se refugió con familiares en la colonia Morelos (Tepito).

Pero, policí­as judiciales de la zona la ubicaron y comenzó el acoso, los acallamientos… Su padre Rafael Peralta Bení­tez fue reencarcelado porque se le revivió una acusación de secuestro; otros tí­os fueron asediados, una tí­a materna murió por las tensiones, los restantes familiares perdieron propiedades y se refugiaron en Michoacán.

Los policí­as acechadores respondí­an a uno de los posibles jefes de la banda de secuestradores. Ella lo supo cuando uno de sus primos fue agredido por ”madrinas» y se enfrentó a balazos con el Douglas, pistolero tepiteí±o cercano al ”Jefe Viscuy».

Ella buscó protección oficial en la procuradurí­a capitalina, pero no lo conseguí­a. Fue entonces que el grupo de investigadores de inteligencia se enteraron, la contactaron, le consiguieron una morada temporal, les contó la historia. í‰stos corroboraron, buscaron domicilios e identificaron al resto de los participantes del secuestro y buscaron la forma de que ella se presentara a las autoridades, con garantí­as,.

Una de las primeras copias del expediente fue entregado a un alto mando de la Secretarí­a de la Defensa Nacional. El general a cargo, después de conocer el expediente, dijo al policí­a investigador: ”Preséntenmela aquí­ —en el campo militar número 1— y yo me encargo que la autoridad la declare y la proteja».

Pero cuando se hací­an los preparativos para que rindiera su testimonio ante Ministerio Público, ocurrió la detención y presentación pública de la Lore, como la mujer que ”habí­a participado en el rapto». Entonces la Tatis reculó porque supuso que ya no habí­a razones para que ”el grupo» la persiguiera, ya que se habí­an detenido a otros culpables e incluso a una mujer muy parecida a ella.

— ¿Se aclararí­a todo si se probara la historia de la Tatis? —le pregunté en agosto de 2009 al veterano policí­a investigador.

—Quizá no todo. Pero si quedarí­a clara la identidad de la mujer que participó en el secuestro del nií±o Martí­.

— ¿Por qué no hicieron algo quienes conocen el ”Expediente Tatis» en la Defensa Nacional o en la Procuradurí­a General?

—Lo ignoro. Yo hice mi chamba. Yo lo comuniqué a quien debí­a hacerlo. Hace poco me pidieron que me encontrara con Luis Cárdenas Palomino, coordinador de Inteligencia para la Prevención del Delito. Se mostró muy interesado. Recibió una versión electrónica del expediente. Ofreció darle seguimiento.

— ¿Y?

—Lo ignoro.

— ¿Qué pasó con la Tatis?

—No la podemos ubicar. Hace poco ella participaba en la caravana de motociclistas que por las noches salen a echar carreras por Paseo de la Reforma, desde Tepito a la Fuente de Petróleos… Desapareció…

Hasta ahí­ mi testimonio como reportero para mis colegas de investigación de justicia y derechos humanos.

Graciela Machuca

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