La Piedra del Sol, el sí­mbolo mexica más universal

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El virrey Revillagigedo pidió que permaneciera a la vista en la Catedral Metropolitana; después, esta gran escultura emblemática ha sido trasladada en un par de ocasiones.

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Luego de permanecer enterrada más de 200 aí±os, la Piedra del Sol, monumento colosal que sintetiza el conocimiento astronómico que desarrolló la sociedad mexica antes de la conquista espaí±ola, fue localizada de manera fortuita el 17 de diciembre de 1790, en el costado sur de la Plaza Mayor de la Ciudad de México, cuando se realizaban trabajos de conducción de agua y empedrado. Hoy es uno de los sí­mbolos más conocidos de la cultura mexica en el mundo.

Actualmente el monolito, que pesa 24.5 toneladas y tiene un diámetro de 3.6 metros, ocupa el lugar de honor de la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropologí­a, recinto que durante todo este aí±o celebró el 50 aniversario de su creación, y al que llegan miles de personas de todo el mundo buscando este monolito.

La arqueóloga Bertina Olmedo Vera, curadora e investigadora del Museo Nacional de Antropologí­a, en su texto titulado Piedra del Sol, detalla que, a raí­z de la destrucción de la ciudad de México-Tenochtitlán en 1521, los conquistadores removieron el monolito del recinto sagrado y lo colocaron, con el relieve hacia arriba, en la Plaza Mayor —lo que hoy se conoce como el Zócalo capitalino—, al poniente del palacio virreinal.

En este lugar permaneció varias décadas, hasta que en la segunda mitad del siglo XVI, el arzobispo fray Alonso de Montúfar mandó enterrarla, pues decí­a que la piedra habí­a sido obra del demonio y ejercí­a mala influencia en los habitantes de la ciudad.

Posteriormente, la pieza fue encontrada en 1790, a tan solo 41.8 centí­metros de profundidad y a 66.8 metros al poniente de la segunda puerta del Real Palacio. Los trabajadores la sacaron del fango y la dejaron en posición vertical, a un lado de la excavación.

Entonces la Piedra del Sol fue empotrada de manera vertical en la torre poniente de la Catedral Metropolitana, viendo hacia el oeste, en lo que conocemos actualmente como la calle Cinco de Mayo. El virrey Revillagigedo pidió que permaneciera a la vista pública para que se pudiera apreciar este gran monumento de la antigí¼edad indí­gena.

En este lugar permaneció por casi cien aí±os, hasta que en 1885 la piedra fue trasladada a la Galerí­a de Monolitos del Antiguo Museo Nacional, en la calle de Moneda del Centro Histórico de la Ciudad de México. Para su reubicación, coordinada por Leopoldo Batres, fueron necesarias una plataforma, vigas y poleas.

En 1964, la escultura fue trasladada al Museo Nacional de Antropologí­a, en el Bosque de Chapultepec, sobre una plataforma de cemento y acero sostenida por 16 ruedas. El monolito dejó el inmueble de la calle de Moneda mientras se entonaban Las golondrinas. En una hora y quince minutos la piedra llegó a su nuevo hogar y se ubicó en el lugar de honor de la Sala Mexica.

Respecto de cuál habrí­a sido el lugar original que ocupaba el monumento, la arqueóloga Bertina Olmedo menciona que hay diversas teorí­as: que se hallaba empotrado de forma vertical en la parte superior de un templo, como se muestra en la imagen de la escultura conocida como Teocalli de la Guerra Sagrada o, quizá lo más probable, que fue pensado para colocarse horizontalmente sobre una plataforma frente al Templo Mayor o en el Templo Yopico dedicado a Xipe Tótec.

En ambos casos, detalla, el borde saliente de forma irregular que presenta la pieza en buena parte de su circunferencia pudo haber funcionado como una pestaí±a para empotrar el monumento.

Fue labrada alrededor de 1512

La arqueóloga Bertina Olmedo explica que las imágenes labradas en la superficie de la Piedra del Sol expresan la cosmovisión del pueblo mexica. El disco solar está representado como una sucesión de anillos concéntricos que contiene diferentes elementos relacionados con el registro del tiempo. Presenta rayos y puntas que irradian de su superficie, los cuales marcan las cuatro direcciones y los movimientos del Sol, y en su centro se encuentra el glifo 4 movimiento (nahui ollin), nombre del Quinto Sol, que fue la era de los mexicas.

En el centro de este monolito se encuentra el rostro semidescarnado de Tonatiuh, dios del Sol, identificado por su decoración facial en forma de lí­neas que cruzan la frente y se curvan para rodear la parte externa de sus ojos, su cabello lacio y las joyas que eran caracterí­sticas de su imagen. Su lengua está representada por un cuchillo, sí­mbolo del sacrificio humano que el dios solar exigí­a para alimentarse y renacer cada dí­a por el oriente, después de su viaje nocturno por el inframundo.

Para los mexicas, el tiempo transcurrí­a en periodos o eras cósmicas que llamaban «soles». Antes que ellos existieran, ya habí­an existido cuatro, los cuales están representados en los cuadros ubicados alrededor de la imagen de Tonatiuh, formando las aspas del jeroglí­fico ollin («movimiento»).

La composición de la roca con que fue elaborada es olivino de basalto, proveniente del sur de la Cuenca de México, quizá de San íngel o el sur de Xochimilco.

Probablemente fue labrada durante la época de esplendor del pueblo mexica, alrededor de 1512, por encargo de Motecuhzoma II. Pesa 24.5 toneladas y su diámetro es de 3.6 metros.

Graciela Machuca

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