Sexenio letal el de FCH para comunicadores y activistas

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El actual sexenio, el de Felipe Calderón Hinojosa, ha sido el más letal y daí±ino para comunicadores y activistas, dicho por decenas de estudios de organizaciones internacionales y ONG’s. A los efectos negativos de la violencia que, de acuerdo con cifras extraoficiales, supera los 150 mil muertos y desaparecidos, millones de desplazados, miles de huérfanos y viudas, secuestrados y extorsionados, se adiciona el de la represión y persecución a aquellos que critican y denuncian el trabajo de funcionarios en todos los niveles de gobierno. Por si fuera poco, ”México vive una crisis humanitaria en materia de derechos humanos de los migrantes», afirmó esta misma semana Louise Arbour, presidenta del International Crisis Group y comisionada de la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos. ”Periodistas, defensores de derechos humanos y migrantes son atacados deliberadamente por organizaciones delictivas y miembros de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, México no ha ofrecido protección a estos grupos vulnerables ni ha investigado adecuadamente los delitos de los cuales han sido ví­ctimas», planteó Human Rights Watch en su Reporte Mundial 2012. Respecto a la libertad de expresión, este organismo destacó: ”Numerosos periodistas, especialmente aquellos que han realizado investigaciones vinculadas con el narcotráfico o han asumido una actitud crí­tica frente a las fuerzas de seguridad y las autoridades, han sido ví­ctimas de graves persecuciones y ataques. Entre 2000 y septiembre de 2011, fueron asesinados 74 periodistas, al menos 8 de ellos durante 2011. Si bien muchos de los ataques contra miembros de la prensa ocurridos en 2011 se atribuyeron a la delincuencia organizada, en algunos casos existen evidencias que seí±alan la posible participación de funcionarios públicos». El gobierno de Felipe Calderón lanzó, desde diciembre de 2006, una guerra contra el narco que, sabemos, decidió unilateralmente y sin una estrategia diseí±ada por expertos en el tema. Las consecuencias de esa decisión, tomada al vapor y que se convirtió en prioridad de la actual administración, están a la vista: al aumento incesante del número de asesinatos, torturas y otros abusos por parte de las bandas del crimen organizado, también se ha sumado los de los miembros de las fuerzas de seguridad. Todo lo anterior, más la impunidad y la distendida procuración de justicia en México, ha contribuido y agravado el clima de caos y temor que predomina en muchas regiones del paí­s, y que permite también que comunicadores, activistas y defensores de derechos humanos estén a merced de los violentos.

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Graciela Machuca

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