Mujeres y Polí­tica

A la mesa plural del pasado jueves

Soledad JARQUíN EDGAR

Imposible hacer chiquito el tema, como inadmisible es hacer como si nada hubiera pasado.

Pero cuando Enrique Peí±a Nieto presentó al equipo de transición vino la revuelta, las malas palabras, malí­simas palabras en las redes, la devaluación de la persona. Se trataba de quemarla en leí±a verde como a las brujas. Rosario Robles Berlanga fue la protagonista del escándalo mediático, fue Trending Topic en Twiiter México y su nombre apareció con recordatorios familiares en Facebook.

A Rosario Robles, ex dirigente del PRD, ex jefa de gobierno en el Distrito Federal se le recordará por escuchar y creer el planteamiento feminista de despenalizar el aborto hasta la doceava semana. Sin embargo, este no es un cuento de hadas sino la vida real y su vida privada fue pública con un escándalo propio de la época medieval y de la ”santí­sima inquisición» que derivó en desaciertos y cuestionamientos que terminaron con su expulsión del partido perredista.

Pero Rosario Robles está de regreso, envuelta en la indignación de quienes se sienten traicionados y encolerizados porque no pueden conceder ni perdón ni olvido frente a la vergí¼enza que se les hizo pasar aí±os atrás, por eso la echaron del PRD. Así­ que Robles volvió y está en el ojo del huracán, luego de ser nombrada vicecoordinadora de polí­tica social del equipo de transición del priista ya declarado presidente electo.

Sin duda, para mi, lo que sucede mediáticamente y en algunos cí­rculos polí­ticos de México con el nombramiento de Rosario Robles, es un ejemplo claro de la desigualdad en el trato que reciben las mujeres y que se agudiza, y no está por demás decir que profundamente, entre aquellas mujeres que decidieron incursionar en la polí­tica si comparamos la forma en que son escudrií±adas, con respecto a los hombres.

Estamos en la segunda década del siglo XXI, las instituciones públicas de género destacan los avances en materia de igualdad, pero la realidad nos indica que la violencia contra las mujeres sigue atravesando todos los espacios y no están exentas las mujeres que militan en los partidos polí­ticos y, peor aún, son ellas las mayormente violentadas: por los hombres de sus partidos, por los hombres de su casa y, también, por los medios de comunicación. Porque aunque no se reconozca y a pesar de que han pasado casi seis décadas desde que las mujeres obtuvimos el derecho al voto, todaví­a está bien arraigada la idea de que el mundo de lo público es cosa de hombres. Para las mujeres está la casa, los quehaceres domésticos y el cuidado de la familia. Ellos están en la visibilidad, en el poder.

Estos hechos de linchamiento mediático abundan y ahora gracias a las redes este tipo de actos lapidarios es cosa de todos los dí­as, se ha instalado en el modus vivendi, es la costumbre, se ha normalizado quebrantar los derechos de las mujeres.

Por eso para muchos y también para muchas no resultó extraí±o que en las redes sociales se utilizaran palabras como ”zorra», ”puta» e ”hija de la chingada», o expresiones como ”vendida» o ”falta de ética» que se imprimieron comentarios de televisión, radio o prensa sobre Rosario Robles.

Este hecho, ocurrido en el transcurso de la semana, nos revela y pone clarito y sin nubarrones, que a ellas nada se les perdona, de ellos todo se nos olvida.

Se olvida y se perdona el hecho de que muchos hombres que militan en un partido se pasen al de enfrente pero no pasa nada, se habla incluso de que han tomado una decisión valiente y muy pocos de ellos retroceden polí­ticamente, pero no se trata de cualquier polí­tico, algunos habí­an sido gobernadores con el partido que dejaron y otros lo serí­an con el que ahora abanderan: Ricardo Monreal, Dante Delgado, Gabino Cué, Diódoro Carrasco, Manuel Barttlet, íngel Aguirre, Rafael Moreno, Arturo Núí±ez. Otros han sido diputados o senadores o tal vez han ocupado un cargo público con distintos partidos: Manuel Camacho, Demetrio Sodi de la Tijera, Raúl Castellanos (en Oaxaca), Porfirio Muí±oz Ledo, Salvador Caro (en Jalisco), José Luis Nieto Montoya y Rafael Villagómez Mapes (en Michoacán), Carlos Rodrí­guez Becerra (en Nuevo León), Jorge Garcilazo (en Puebla). Hay cientos de presidentes municipales en esta circunstancia y es del mundo conocido el caso del mismí­simo Andrés Manuel López Obrador, ex militante priista y ex candidato del PRD por dos ocasiones al gobierno federal.

Esto, debo aclarar no es un asunto exclusivo de los hombres, también hay mujeres saltando de banco en banco, hasta que finalmente desaparecen o tienen actitudes confusas, quizá el más emblemático de los casos esté en la lí­der magisterial Elba Esther Gordillo. Pero como la polí­tica está en manos de los hombres mayoritariamente, son ellos quienes con mas frecuencia saltan de un partido a otro y en algunos casos de un partido a otro y a otro y a otro (hasta agotar existencias), sin importar la ideologí­a polí­tica, lo que importa es su interés personal.

Sin embargo, cuando se trata de hombres, salvo lo que podrí­a ser un seí±alamiento del momento, a ninguno de ellos se les llamó de manera despectiva, por twitter, Facebook ni en los medios. Por el contrario, a veces se les vanagloria por sus determinaciones y por tanto, en ningún caso, fueron llamados ”putos», ”zorros» o hijos de ese pueblo que sí­ existe y que está asentado geográficamente en el estado de Jalisco, es decir, La Chingada.

Queda bien claro que hay un trato desigual y esa desigualdad está basada en nacer mujer u hombre. De lo que ellas hagan mal, nadie se olvida, de lo que ellos hagan mal ya nadie se acuerda. Desdeí±amos los efectos del entramado hecho con el tráfico de influencias y prebendas en que se convierten muchos diputados y senadores. El enriquecimiento ilí­cito que nos presumen cí­nicamente los polí­ticos que transforman sus vidas, su contorno, no lo ocultan, lo exhiben, porque el poder es algo ”natural» en ellos y la corrupción les va implí­cita, pero no así­ en una mujer aun cuando se llame Rosario Robles o Petrita Gómez, cuando es una mujer la que roba pensamos que es inadmisible, imperdonable, porque ellas, por ser mujeres deberí­an ser de otra forma. Lo cual es sólo nuestra mala expectativa ¿por qué razón las mujeres tendrí­amos que ser incorruptibles? ¿Acaso ser honesto o no, tiene que ver con el sexo de las personas? ¿No es acaso algo que tiene que ver con la cultura? Es decir, se aprende a ser corrupto o se aprende a no serlo. Es parte de la educación.

Lo dicen las expertas, las polí­ticas son las mujeres más violentadas y nos queda claro con el ejemplo de Rosario Robles. Violencia que también se traduce en menos ingresos para ellas, en engaí±os sobre posiciones polí­ticas, en que se les obliga a hacer la talacha, en que se les ignora al momento de tomar decisiones, en ocasiones hasta las mandan a bajar de peso antes de asignarles una candidatura y le sucede a todas. Sus victimarios son sus mismos compaí±eros de partido, otro ejemplo es lo que sucedió en octubre de 2006, cuando doí±a Rosario Ibarra de Piedra se enteró por una reportera que ya no estarí­a más en la bancada perredista y que desde esa maí±ana serí­a parte del grupo parlamentario del PT, y evitar así­ que perdiera sus prerrogativas de un millón 200 mil pesos mensuales para ese partidito.

¿Le habrí­an hecho algo así­ a un diputado? Por supuesto que no, eso nunca.

El diputado gandalla

Y hablando de violencia hacia las mujeres en Oaxaca, el diputado Elí­as Cortés López no quiere devolver la curul que como suplente asumió hace casi dos aí±os, cuando Bernarda Martí­nez Santiago, la propietaria, fue obligada a dejar su lugar al ex representante priista en el entonces Instituto Estatal Electoral.

Por cierto, Cortés López desde entonces (2004) era un ”valiente» opositor a las cuotas de género, lo que llevó a un grupo plural de polí­ticas oaxaqueí±as a desangrarse en la pretensión de obligar al IEE  a rechazar las fórmulas de los partidos polí­ticos que no cumplieran con la cuota del 40-60.

Elí­as Cortés López no cambia y no cambiará: el 8 de agosto pasado, fue el diputado que no votó la tipificación del delito de feminicidio, lo que habla, sin duda, de un problema serio de misoginia, es decir, Cortés  López, coordinador de la bandada priista local es sin duda un peligro para las oaxaqueí±as.

Aunque cuenta con la simpatí­a de un grupo de mujeres y hombres, que lo alientan a dar largas a la entrega de la curul que tiene prestada, Elí­as Cortés se enfrentará a otras priistas que se unirán a Bernarda Martí­nez quien, claro que sí­, está en su derecho de ocupar la curul a la que renunció porque la habrí­an obligado a hacerlo y taparle así­ el ojo al macho con el asunto de la cuota de género en las elecciones de 2010. Pero don Elí­as Cortés deberí­a saber que si él se niega, aún está el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que seguramente le pedirá el lugar. Ni modo, el que pide prestado está obligado a devolver.

Por increí­ble que parezca, el director jurí­dico del gobierno estatal buscaba mutilar el artí­culo 134 de la ley que tipifica el feminicidio, lo que provocó fue que se acusara a Gabino Cué de vetar el artí­culo, lo cual no sucedió. Y resulta increí­ble porque es una iniciativa del Ejecutivo, la conocí­a. Su contrapropuesta fue rechazada por las diputadas que integran la Comisión de Equidad y Género y sí­ habrá entonces artí­culo 134. En realidad, seí±alan las organizaciones no gubernamentales el problema no es que quiten o pongan un artí­culo, el problema es que en tanto no se publique, las reformas son letra muerta y carecerán de un presupuesto para el aí±o 2013 para atender este graví­simo problema que en la entidad ha cobrado la vida de 161 mujeres según el recuento hemerográfico del Colectivo Huaxyacac. Un retraso tras otro, porque la misma ley dice que el Procurador General de Justicia del Estado dispondrá de 12 meses para operar protocolo especializado para la investigación del delito. Sin duda, el gobierno estatal (ejecutivo, legislativo y judicial) no tienen ninguna prisa por atender el problema de la violencia feminicida ni el feminicidio. Está claro, insisto, que las mujeres asesinadas no son de su familia, por decir lo menos.

Graciela Machuca

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