Por Sara Lovera

Luego de las protestas de las mujeres organizadas en varios frentes y en distintas formas, incluso a través de los procesos judiciales en que tuvo que intervenir el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), los resultados de la participación femenina llegará aproximadamente a 176 mujeres, 20 mujeres más que en la Legislatura que está por terminar, algo así­ como 34%, lo que significa un avance de 6 puntos. Una bancada nutrida y potente en número, habrí­a que ver la calidad, el compromiso y la capacidad para evitar retrocesos.

En una democracia, la participación de las mujeres, en igualdad de número y condiciones, tendrí­a que ser natural. Su paso por los puestos de decisión ha dado frutos, pero el esfuerzo, el trabajo a contracorriente nos ha desgarrado en más de una ocasión. Las contradicciones internas y la falta de claridad sobre la llamada agenda de las mujeres, todaví­a más. No es lo mismo ser feminista, que tener una posición que rellena la cuota. Hemos avanzado lentamente en este sentido, debido a las voces y acciones de pragmatismo.

Pero no está mal. La acometida de los próximos tiempos es muy grande. El regreso del partido de Estado, que parece infranqueable, la aparición del movimiento juvenil que pone acentos en cuestiones que no abordamos con prontitud ni hondura en el movimiento de mujeres, como el caso de los medios de comunicación y la danza de las encuestas; la pobreza inaceptable que ha producido esta venta de votos al por mayor y la incapacidad de los partidos polí­ticos, por ser eso, partidos y no agencias de colocaciones y promoción, nos ha dejado un mal sabor de boca y una cierta impotencia frente a una cultura que todo mundo, en el poder digo, justifica y considera ya como un mal pasado.

Según el análisis que hice de las listas, podremos tener una bancada de ocho o 10 diputadas comprometidas con la agenda feminista, el resto para mí­ es una interrogación. Veo que será difí­cil si consideramos una gran mayorí­a del PRI que sumadas a las del PAN y a mujeres del Panal, se me enchina el cuerpo.

Ello debido a la resistencia de los partidos para cumplir con el 40/60 en las listas de elección directa y una a una en las plurinominales, muchas mujeres se fueron como «relleno»: cuí±adas, primas, hermanas, amigas de la infancia; eso es un gran desafí­o para las otras, las que son liberales y antiguas luchonas. Lo que sigue es un trabajo fenomenal: convencerlas de que su tarea en las Cámaras es fundamental para el avance de las mujeres y de alta responsabilidad para detener el desmantelamiento democrático. ¿Y luego qué hacer con el Senado?

Calculo que llegarán como 86 priistas y del Partido Verde, el peligro es que sigan los pasos del sexenio pasado y quieran promover las leyes retrógradas que están archivadas. No confiarse es fundamental. Las mujeres del PRI se disciplinan históricamente y ya sabemos que Enrique Peí±a Nieto, de llegar a Los Pinos, tendrá que responder a su ideologí­a del Opus Dei -Obra de Dios- que amenaza fuertemente a nuestros derechos y a nuestra tradición histórica del laicismo. ¿Qué harán estas mujeres?

En el caso de Acción Nacional -que para las cuestiones conservadoras se unen al PRI o viceversa- podrí­an llegar 29 mujeres que con las del PRI seguramente querrán controlar la Comisión de Equidad y Género; las comisiones importantes para las mujeres como la del Feminicidio, de Población, de Salud, de Educación y además la dirección o liderazgo del Centro de Estudios para el Avance de las Mujeres, ojalá que no todo quede en sus manos.

Las mujeres progresistas, donde debiera haber feministas, solo encuentro una o dos, entre ellas Amalia Garcí­a Medina; serán aproximadamente 44 diputadas. Poco más de la mitad que las priistas, la tercera parte en número si sumamos a priistas, panistas, panalistas y verdes.

Difí­cil, porque además en el caso del Frente Progresista, los hombres de esos partidos son resistentes, omisos, indiferentes a la agenda de las mujeres y existe una corriente -tal vez ubicada en el PT-, opuesta a cuestiones tan urgentes como legislar y liberalizar el aborto, enfrentar con hondura el tema de la trata de nií±as y mujeres, el fenómeno de la violencia y el feminicidio cuyo intento más grande para borrar su incidencia ha sido la corriente que busca tipificarlo, haciéndole el juego al gobierno del Estado de México, cuando Peí±a Nieto se negó a activar la alerta de género y la manipulación panista, durante 12 aí±os, de disminuir cifras y datos reales del homicidio de mujeres.

Pero hay algo más que podemos comentar, curioso pero cierto, es que las proyecciones son numéricas, los resultados son más bien magros como decí­amos, por el conjunto de factores que operan a favor del retroceso. Los partidos polí­ticos hicieron hasta lo imposible por obstaculizar la llegada de las mujeres. Seguramente las enviaron a distritos difí­ciles e imposibles. Cubrieron las 120 promociones electorales, esperando que ahí­ perdieran muchas. Fue infranqueable, por ejemplo, el caso de la delegación Benito Juárez en el Distrito Federal, muchas candidatas en todos los partidos, pero en el PAN que ha sido ganador en esa demarcación el candidato era hombre. Casos semejantes se vieron en todo el paí­s.

De acuerdo con los datos difundidos el domingo al cierre de los cómputos distritales, las mujeres que ganaron por Mayorí­a en los distritos donde fueron enviadas o resultaron seleccionadas para participar, sólo fueron ganadoras el cinco por ciento del PAN; el 25 por ciento en el Frente Progresista (PRD-PT-MC) y 34 por ciento en el PRI/PVEM.

Sé de buena fuente que se activa ya el grupo de Mujeres en Plural para impugnar algunos resultados, porque con todo, algunos partidos duplicaron las candidaturas de mujeres, es decir, las inscribieron en listas uninominales y plurinominales, intentando quedarse con los hombres que siguieron en la lista. Habremos de escenificar una nueva batalla legal. Por lo que los números que hago pueden ser sólo una aproximación.

La periodista Soledad Jarquí­n se dio a la tarea de identificar, con los datos disponibles, dónde y en qué distritos ganaron mujeres por mayorí­a de votos. Se trata, como dije, de 87 mujeres. 60 del PRI/Verde; 19 del Frente Progresista y apenas 8 de Acción Nacional. Ninguna del Panal porque no ganó un solo distrito de Mayorí­a.

En cuanto al Senado, todaví­a no podemos acercarnos a un número porque todo depende de un grupo de mayorí­a, muy pequeí±o, y no contamos con información sobre senadurí­as de Primera Mayorí­a y las listas plurinominales. Algunas están muy claras, como Alejandra Barrales por el Distrito Federal, o Diva Gastélum en Sinaloa.

En el Distrito Federal tendremos seis delegadas y unas 25 asambleí­stas. Eso es un avance. Entre las asambleí­stas –mayorí­a del Frente Progresista– que nos hace tener muchas expectativas, considerando además que la polí­tica del Distrito Federal, del actual y su próximo gobernante avizora que se profundizarán cuestiones de protección y defensa de los derechos fundamentales.

Desgraciadamente lo que tendrí­amos que festejar está empaí±ado por la convicción generalizada de que en esta elección apareció ní­tidamente una población mexicana que ha votado en gran cantidad, sin duda, pero se orientó a regresar a la presidencia al antiguo partido de Estado, comprometido con las peores ligas tanto en lo económico como en lo ideológico; pero además la venta del voto, que no es delito, como no es delito la venta del cuerpo, se yergue como una herida profunda a los intentos por desarrollar la democracia en México. Lo que toca es analizar la situación, mirar de lejos, pensar en la resistencia frente a la estulticia, pocos cambios avisados para detener la ola de violencia y la profundización de la ilegalidad, consentida y asumida como destino manifiesto. Las llamadas reformas estructurales, el abandono de la Reforma del Estado, la predominancia de la impunidad justificada, los cárteles que se anclan en posiciones de poder, la escasez de conocimiento. Y como la reina madre, ese sistema educativo nacional que podrido, no ofrece cambios alternativos en el panorama. Difí­cil.

Graciela Machuca

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