Servicio forzoso por deudas de los mayas de Yucatán del siglo XX

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PARTE II

Fuí­ afortunado llegar en esta época, pues antes de 1907, la Cámara Agrí­cola, organismo de los agricultores no debí­a de permitirse a los extranjeros conocer el negocio del henequén.
Se debí­a que las utilidades eran enormes y los ricos yucatecos lo querí­an para solo ellos, pero especialmente, por el temor de que por mediación de los extranjeros fueran conocidas en todo el mundo sus fechorí­as. No solo discutí­ con los reyes mismos, cada una de las fases de producción del henequén, sino que mientras quedaba libre de su vigilacia, observé las condiciones normales de la vida de los millares de esclavos. El principal entre los reyes del henequenén en Yucatan es Olegario Molina, exgobernador del Estado y Secretario de fomento de México. Sus propiedades tanto en Yucatan como en QRoo abarcaban más de 6 millones de hectáreas: un pequeí±o reino.
Toda Mérida y todo Yucatán y aun la pení­nsula dependen de estos 50 reyes del henequén. Naturalmente dominan la polí­tica de su Estado y lo hacen en su propio beneficio. Los esclavos son: 8 mi lindios yaquis, importados de Sonora, 3 mil chinos ( coreanos)y entre 100 a 125 mil indí­genas mayas. Los mayas son un pueblo singular no se parecen a otro pueblo del mundo, ni a los demás mexicanos Tenian una civilización propia cuando los espaí±oles los descubrieron y se sabe que su civiliza- ción era tan avanzada como los aztecas del centro de México o la de los Incas del Perú.
Los hacendados no llaman esclavos a sus trabajadores, se refieren a ellos como ”gente» u ”obreros», especialmente cuando hablaban con forasteros, pero cuando lo hicieron confidencialmente conmigo me dijeron: Sí­, son esclavos. La prueba de cualquier hecho hay que buscarla no en las palabras, sino en las condiciones reales. Esclavitud quiere decir propiedad, sobre el cuerpo del un hombre, tán absoluta que éste puede ser transferido a otro; propiedad que da el poseedor el derecho de aprovechar lo que produzca ese cuerpo, matarlo de hambre, casti- garlo a voluntad, asesinarlo impunemente, tal es la esclavitud llevada al extermo; tal es la esclavitud que encontré en Yucatán.Los hacendados yucatecos no llamaban esclavitud a su sistema. Lo llamaban ”SERVI- CIO FORZOSO POR DEUDAS».
”No nos consideramos dueí±os de nuestros obreros, consideramos que ellos estan en deudas con nosotros, Y no consideramos que los compramos o vendemos, sino que transferimos la deuda y al hombre junto con ella» Esta es la forma en que don Enrique Cámara Zavala, presidente de la Camara Agricola de Yucatan, explicó la actitud de los reyes del henequén. ” la esclavitud está en contra de la Ley» me ase- guraron una y otra vez varios hacendados. Al calcular el precio de una hacienda, siempre se tiene en cuenta el pago en efectivo por los esclavos exactamente lo mismo que por la tierra, la maquinaria y el ganado. ”El precio por cada hombre era de $ 400.00 pesos y esa cantidad me pedí­an los hacendados.» Si compra ahora es una buena oportunidad, la crisis ha hecho bajar de precio. Hace un aí±o era de mil pesos por cada hombre.»
Serí­a absurdo suponer que la uniformidad del precio era debida a que todos los esclavos tení­an la misma deuda.
En una operación de venta, uno me dijo» a usted le dan, con el hom- bre, la fotografí­a y los papeles de indetificación y la cuenta del adeudo» otro le dijo, No llevamos rigorosa cuenta del adeudo, porque no tiene importancia una vez que Ud. Toma posición del individuo» De este modo supe que el hecho de que sea por deudas el servicio forzoso, ni alivia las penalidades del esclavo, ni le facilita la manera de manumi- tirse( la libertad del esclavo), ni tampoco afecta las condiciones de su venta o la sujeción absoluta a su amo.
¿ como se recluta a los esclavos? Es muy sencillo me dijo uno de los hacendados: todo lo que se necesita es lograr que un obrero libre, se endeude con Ud. Y ahí­ lo tiene. Nosotros siempre conseguimos nuevos trabajadores en esa forma. No importa el monto del adeudo, lo principal es que exista. Habian corredores de esclavos en Mérida, estos hombres compran y venden esclavos los mismo que los hacendados. Unos y otros me ofrecieron esclavos en lotes de más de uno, diciendo que podí­a comprar hombres y mujeres muchachos o muchachas, para hacer con ellos lo que quisiera; y que la policí­a me protegerí­a y me apoyarí­a para mantener la posición de mis semejantes. A los esclavos no solo se les emplea en las plantaciones del henequén ,sino también en la ciudad como sirvientes personales, como obreros, como criados en el hogar o como prostitutas Así­, el sistema de deudas en Yucatán no solo no alivia la situación del esclavo, sino que la hace más dura. Por una deuda que contraigan los padres y no puedan pagarlas, toda la familia esta expues- ta a pasar al dominio de un henequenero. Naturalmente una vez que el patrón pueda obligar al obrero a trabajar también puede imponerle la condiciones de trabajo, lo cuál significa que estas sean tales que nunca permitirá al deudor librarse de su deuda. La esclavitud es el peonaje llevado a su último extremo.
De ese modo, el negocio de los esclavos en Yucatán, llamase como se llame, siempre resulta inconstitucional. Cualquiera que sea su conclusión acertada o errónea, no cambiará, ni bien ni mal la lastimosa miseria en que encontré a los peones de las haciendas henequeneras de Yucatán. Estos nunca reciben dinero, se encuentran medio muer- tos de hambre,trabajan casi hasta morir, son azotados,..Un procentaje son encerrados todas las noches en una casa que parece prisión. Si se emferman tienen que seguir trabajando y si la enfermedad les impide trabajar rara vez le permiten utilizar servicio de un médico. Las mujeres son obligadas a casarse con hombres de la misma finca y algunas veces con ciertos individuos que no son de su agrado. No hay escuelas para nií±os, En realidad toda la vida de esta gente está sujeta al capri- cho de su amo. Oí­ muchos relatos de esclavos que habí­an sido muertos a golpes. La policí­a los agentes del ministerio publico y los jueces saben exactamente lo que se espera de ellos, pues son nombrados en sus puestos por los mismos propietarios.

Graciela Machuca

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