La ausencia es como un dolor del alma. Produce en el corazón y en la cabeza tanta zozobra que puede desatarse una lluvia de desaliento. Ahora mismo pienso en las hermanas, en las hijas, en las madres de las guatemaltecas que tienen retenidas en la estación de Migración de Comitán de Domí­nguez, Chiapas.
Es probable que no cuenten con ninguna posibilidad humana de comunicarse, un cable, un teléfono, una onda del espacio. Es posible que no sepan cómo deshacerse de su eventual cautiverio, en el que de- seaban estar. Es probable que su desaparición ya haya sido denunciada y que se preparen acciones urgentes.
Son cinco mujeres: Silvia Godí­nez Lucas, Hermila Choc Dí­az, Mar- tha Garcí­a Zantinzo e Inés Sales Ortiz y la menor Jendy Maritza Garcí­a Zantinzo. Todas transitaban por Carmenxan, municipio de La Trinitaria, cerca de la frontera de Chiapas y Guatemala.
No puedo imaginar más actitud práctica. Cuando se trasladan de una comunidad a otra en Huehuetenango, Guatemala, prefieren hacerlo más rápido y les es más económico, precisamente bordeando el territo- rio mexicano, por la frontera con Chiapas. Ese tránsito es breve, de unas cuantas horas.
Así­ fue como el 9 de agosto pasado fueron interceptadas por agentes del Instituto Nacional de Migración y ”aseguradas», llevadas a esos cuartos cerrados, como el que encerraba a Jaime Sabines para no estar solo y sentirse tan solo que se le anudaba la garganta. Así­ deben sentir- se las jóvenes que no quieren, piensan o ni les interesa entrar al territo- rio mexicano, pero no, los agentes migratorios no escucharon nada. Las detuvieron y las consideraron migrantes ilegales.
Me pregunto ¿para qué están las reglas y la propaganda que el go- bierno federal hace de la nueva Ley de Migración que anuncia en todos los medios de comunicación? Me pregunto ¿por qué no se sabe escu- char?, como tampoco se sabe entender ni se tiene idea de la comunica- ción, a pesar de que alguien pueda estar sufriendo. Me imagino a sus familiares pensando ¿las habrán matado? ¿las asaltaron? ¿las violaron? ¿dónde están? .
Por eso el Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas denunció este atropello y seí±aló que en el acto de la detención arbitraria las viajantes explicaron claramente que iban para su paí­s, que nos pasaban por ahí­, que no vení­an a quedarse en México, que las dejaran ir.
Pero no. A cambio los policí­as migratorios cerraron los oí­dos, no les importó, no saben lo que es la ausencia y el miedo; la tortura de no saber qué pasa o qué está sucediendo. Se las llevaron en vilo a la estación migratoria, ubicada en la ciudad de Comitán de Domí­nguez, y ahí­, hasta el cierre de estas lí­neas están cautivas, comiendo mal, con un hoyo en el estómago, muertas de angustia.
Claro que ¿a quién le importa la angustia humana? Esa que puede volver la lengua un trapo. La que se sube al corazón como un cuchillo, que asfixia y atormenta. Menos pueden saber los policí­as migratorios de la sensación de soledad y abandono que produce un cautiverio y cuánta desolación se puede producir en unas horas. No, que va, ellos sólo saben de números, porque tal vez tienen que cumplir con una cuota de deten- ciones como se acostumbra en la burocracia mexicana.
Y todo esto, como dice el poeta, no lo sé de cierto, lo supongo, porque el comunicado del Centro informa que ya han manifestado su preocupación, porque resulta que los policí­as y las autoridades migra- torias de Comitán les dijeron que su repatriación no es posible por hora, hasta que reúna a 35 migrantes, será hasta entonces cuando las enví­en a Guatemala por la frontera de Tapachula.
Claro eso no sólo les quitará tiempo, si llega pronto la repatriación, sino que además les generará desgaste emocional, fí­sico y económico, porque imagí­nese usted, tendrán que viajar durante varios dí­as hasta que puedan llegar Huehuetenango, a ese destino de su familia, de sus verdes caminos, de su esperanza.
Nadie que no lo haya vivido, sabe cómo un episodio de este tipo, puede ser tan desagradable y lastimero. De las almas nadie se entiende. Sólo de sus estadí­sticas, de sus órdenes superiores, de sus inconsisten- cias y violaciones a la ley. Mientras tanto las defensoras de derechos humanos de la Orga- nización de Mujeres Mayas Guatemaltecas Mama Maquim, fundada en 1989 en los campamentos de refugiados en Chiapas, cuya lucha desde hace 22 aí±os ha sido contra la violencia y hacia el respeto de los derechos de las mujeres, consideran que la acción oficial de la que son ví­ctimas estas cinco mujeres va en contra de la polí­tica migratoria que tanto promueve el gobierno de Felipe Calderón y el de Juan Sabines gobernante de Chiapas.
Las mujeres mayas de Mama Maquim denunciaron que lo que exis- te es la militarización y criminalización para los y las migrantes de la frontera sur, que se ha venido desarrollando sistemáticamente y lo más grave es que se invade ahora por los caminos que libremente y de forma tradicional comparten ciudadanas de México y Guatemala.
Las defensoras de Derechos Humanos exhortan a la comunidad nacional mexicana y guatemalteca, en suma a comunidad internacional para que se exija al gobierno mexicano, ví­a el Instituto Nacional de Mi- gración, que estas mujeres puedan libremente volver a su paí­s, porque ellas ni otras personas migrantes debe recibir semejante trato, ese que pone en la frente una denominación criminal. De paso, y con razón, piden garantí­as para las cuatro mujeres y la menor, que se les respetan sus derechos humanos tanto en la estancia de cautiverio como cuando sean trasladadas a Guatemala.
Finalmente, también tienen razón, que sean trasladadas por la Mesilla, el camino tradicional para que se ahorren esos dí­as terribles que significarí­a pasar dí­a y noche en la selva, en condiciones que no se saben pero se adivinan, en peligro y en incómodas situaciones.
No tengo idea quien podrá responder por este que llamarán inci- dente pero que prueba hasta donde se ha criminalizado la frontera sur de México, en nombre de las necesidades del imperio del norte, de la exclusión, de la absurda necedad de no comprender la costumbre ni a los pueblos indios, ni a las mujeres, mucho menos ese temblor del alma que puede alucinar a cualquiera, en tiempos de secuestros, desaparicio- nes y violaciones a los derechos humanos que tanto nos atosigan y nos lastiman.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *