LA COLUMnita DIARIAGraciela Machuca

Las curas milagrosas que llegan a matar.

La SALUD significa un estado completo de bienestar fí­sico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad, esta es una definición corta de la OMS.

Con la promesa de curas milagrosas, en la televisión, la radio, la prensa o la internet se anuncian todo tipo de ”medicamentos» que supuestamente resuelven nuestros problemas fí­sicos, emocionales y mentales.

Quienes hasta hace poco eran conductoras de televisión, son hoy especialistas en medicina que nos recomiendan a través de las ”farmacias mediáticas» pastillas para disminuir el estrés, contra la obesidad, que eliminan la diabetes, el colesterol y el cansancio, entre otros muchos males que nos aquejan todos los dí­as. Los precios de estos productos milagrosos pueden variar y hay placebos realmente económicos y al alcance de todas las personas que desesperadas buscan una cura a sus malestares.

La desesperación lleva a la gente a emplear métodos no convencionales, a comprar una quimera, una promesa a través de la santerí­a, recurre a quienes supuestamente les limpian el camino de la maldad que les han echado otros, les adivinan el futuro y hasta les prometen milagros, métodos que por cierto desvirtúan lo bueno de la medicina tradicional mexicana. El costo de caer en estas practicas claro, es muy alto.

El fenómeno está basado en nuestra vulnerabilidad humana. Vulnerabilidad que se desprende de crisis económica, la inseguridad social y también de la desesperación familiar, y por qué no decirlo, derivado de las malas prácticas médicas que también abundan.

Sin embargo, habrí­a que pensar que se trata de nuestra salud, de nuestras vidas y que por tanto tenemos que tener cuidado de no dejarnos llevar ni por la publicidad ni por esos inexistentes milagros y mucho menos por el canto de las sirenas. Debemos recordar que quienes aparecen en los medios de comunicación son actrices o actores a los que se les ha pagado para decir una verdad siempre a medias o mentiras completas.

¿Quién vigila la salud de la población mexicana? Sí­, usted ha pensado bien, la responsabilidad recae en la Secretarí­a de Salud federal y en las dependencias estatales y municipales del mismo nombre, pero la realidad es que se hacen de la vista gorda, como decimos comúnmente.

Pero la sociedad mexicana no sólo vive el fenómeno de los productos milagrosos, hay otro tipo de supuestas soluciones a nuestros problemas, derivados como decí­a antes, de la mala nutrición, el estrés y la multiplicidad de problemas que nos agobian, entre ellos la inseguridad.

De un tiempo a la fecha en todo el paí­s han proliferado las casas de retiro donde personas jóvenes o adultas buscan solucionar sus problemas de salud emocionales, mentales o fí­sicos, como son las adicciones y cuando digo adicciones estoy hablando de sustancias toxicas, alcohol, sexo, trabajo, pastillas para dormir y otras muchas que vamos adquiriendo a veces sin darnos cuenta.

Estas casas de retiro, se convierten en espacios donde quienes acuden reciben toda clase de maltratos: fí­sicos y emocionales, principalmente.

Además de las autoridades de salud, brillan por su ausencia quienes deben vigilar por el respeto a los derechos humanos, quienes deben garantizar la seguridad pública que es un elemento que va más allá del cuidado policiaco, pues la tortura es una forma de ”enderezar» la vida de quienes llegan ahí­ por su iniciativa o contra su propia voluntad. Algunos quizá lo logren, pero otros ni siquiera alcanzan a salir con vida de estos lugares.

Estos espacios que no siempre son gratuitos o mejor dicho casi nunca son gratuitos, fueron creados por vivales que encuentran en la desesperación de las otras personas una mina de oro para explotar.

Quintana Roo, como ha trascendido no es la excepción de estos engaí±os milagrosos. Los retiros espirituales, llamados cuarto y quinto paso, promovidos por grupos disque de Amor y Servicio, presuntamente buscan limpiar las almas y los cuerpos de personas que sufren depresión, adicciones, estrés, problemas familiares o de pareja.

Se trata de escribir sus vidas en un cuaderno, en especial todo aquello que no es dijéramos ”normal» a los ojos de una buena sociedad. Si consumen drogas o alcohol, sus relaciones sexuales; si son jóvenes deben decir cómo es su relación con sus padres o madres, su situación en la escuela, y si se trata de una pareja se describen todos los tipos de violencia, como los celos, los posibles engaí±os y lo que comúnmente sucede entre un hombre y una mujer, es decir, todo aquello que ”pesa en las almas» de las personas y que la cristiandad resume en los llamados pecados. Luego hablan entre ellos, lo cuentan frente al grupo, se les avergí¼enza, se les cuestiona y critica. Tal y cómo se hace en los grupos de alcohólicos anónimos.

Pero también se les castiga, se les deja sin comer, sin tomar agua, se les golpea, grita, insulta…esta ”fórmula» no siempre da resultado, es más no da resultado. Las personas salen de ahí­ confundidas, agobiadas y hay casos donde las parejas que buscaban una solución terminan por separarse. La periodista Lidia Cacho documentó en 2009 el caso de un joven que después de salir de este ”retiro espiritual» terminó por suicidarse. Cierto domingo un hombre de 49 aí±os murió deshidratado, luego de permanecer el fin de semana buscando su sanación, se presume que se le castigó prohibiéndole consumir agua.

Esto es posible en México por la falta de autoridades capaces de supervisar a quienes ofrecen estas curas o terapias milagrosas, que son milagrosas si pero para sus organizadores que terminan enriqueciéndose a costa del sufrimiento humano.

Y es que está visto, cualquier persona con iniciativa, aun cuando carezcan de experiencia, pero sobre todo de la autorización que da la academia, la preparación profesional, la aplicación de técnicas o metodologí­as adecuadas y peor aún, muchas veces respaldados por organizaciones religiosas. Por eso las autoridades federales, estatales y municipales son tan responsables de lo que ahí­ sucede como quienes engaí±an a la gente con estos milagros que no existen aprovechándose de la desesperación que sufren frente a problemas que por cierto no son fáciles de resolver, requieren algo más que malos tratos, sacrificios y confesiones públicas o juicios sumarios.

En suma, debo decir que frente a un problema de salud, sea una dolencia fí­sica grave real o imaginaria; un padecimiento mental ocasionada o derivada de las adicciones u otras circunstancias o una enfermedad provocada por la vulnerabilidad humana frente a los conflictos sociales, no debemos caer en manos inexpertas ni apostarle a un milagro. Lo que tenemos que hacer como ciudadaní­a es exigir a las autoridades nuestro derecho de acceder a los servicios de salud pública, tal y como lo seí±ala la constitución mexicana, por el sólo hecho de no poner en manos inexpertas nuestras vidas y la vida de las personas que amamos.

Graciela Machuca

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