Adolescencia truncada: asesinatos y maternidad anticipada

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Entre el viernes y sábado de la santa semana se supo que nueve muje- res fueron asesinadas en cuatro entidades del paí­s, dos de ellas de 14 y 16 aí±os, cinco más trabajadoras de la estética Ludwika en Acapulco e identificadas con nombre y apellido. En Nayarit una madre y su hija. Una fue hallada en Ciudad Juárez y otra en la ciudad de México.

Por las crónicas de los periodistas sabemos que los asesinatos fueron en extremo violentos. Los reportes son de evidente feminicidio, y la crueldad es inenarrable. Cinco fueron degolladas y una desmem- brada; las balas mataron a la madre e hija, ahora sin nombres.

Casi de inmediato, por los asesinatos en Acapulco, surgieron vo- ces de nueva alerta. Lo grave es que a esta noticia se suman reportes preocupantes, que describen la sordidez en que viven las jóvenes y los jóvenes de este paí­s: cerca de 33 millones de menores de 15 aí±os.

Entre las asesinadas dos jovencitas, nií±as. Según declaraciones de Nashely Ramí­rez, de la organización Kiriki Intervención Social, ocho mil nií±as de zonas urbanas, de entre 12 y 14 aí±os de edad fueron madres en el último aí±o. Como signo, dijo, de un proceso de discri- minación, exclusión y pobreza en que las nií±as y los nií±os viven en México. Ahora expuestas a ejecuciones.

Abundantes fueron las informaciones declarativas sobre la con- dición de la población menor de 20 aí±os. De este modo se sabe que el 12.4 por ciento de las jóvenes de 15 a 19 aí±os ya han sido madres, unas 700 mil, y se las compara con la versión «ninis» en femenino, porque si antes del embarazo estudiaban, después del parto segura- mente no, según Nashely Ramí­rez.

También los diarios informaron que la detención de adolescentes implicados en el crimen organizado creció en 70 por ciento entre 2007 y 2010. Y que en las universidades ya se enfrenta con preocupación la incursión de los narcotraficantes.

La conmoción que estas informaciones produce es tal que una puede quedarse sin aliento, porque a cambio hay solamente declara- ciones, mientras no se hace nada por reorientar la polí­tica anticrimen, ni existe la voluntad polí­tica para modificar el sistema educativo nacional, nadie pide cuentas porque las autoridades están conscien- tes que para las adolescentes existe un déficit de anticonceptivos de 20 por ciento; tampoco nadie pide cuentas a las autoridades federales de salud.

Las informaciones debieran servir para algo. Relevar a ocho co- lumnas que se asesinó una mujer en el Distrito Federal, que se la halló en varias bolsas de plástico desmembrada e incluir los otros ocho crí­menes en el reporte policí­aco de todo lo sucedido el fin de semana, como nos han acostumbrado a mirar un asesinato tras otro y muchos más, levanta por lo menos varias preguntas:

¿Quién se hace cargo de tamaí±a realidad? ¿Quién puede expli- car porque no reaccionan los dirigentes de los partidos polí­ticos? ¿Por qué se tardan tanto en aplicar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia? ¿Por qué el director del diario Milenio, Carlos Marí­n, se burla de la lucha por la igualdad, al analizar un texto de lenguaje no sexista? ¿En manos de quién estamos? ¿Es una selva espesa, dura, patriarcal, violenta, donde solamente los inte- reses económicos, electorales y empresariales interesan?

Los asesinatos de las trabajadoras de la estética en Acapulco: Luvia Vázquez de 30 aí±os, Elena Baí±os de 19, Jacqueline de la Rosa de 14, Rubí­ Celia Garcí­a de 39, a quien le dejaron un cartel llamándola bruja y egoí­sta, ¿serán resueltos? El procurador de Guerrero, Alberto López Rosas, habló de cómo un hombre se introdujo en la estética ¿Irá por él? ¿No habrá impunidad? Lo dudo.

Paralelamente, como si no fuera suficiente, encontré en las no- ticias que el responsable de la Comisión de Derechos Humanos de Sinaloa, llegó a la conclusión de que al menos hay 60 mil huérfanos de esta larga y tremenda polí­tica «por la seguridad de nuestros hijos» y contra los narcos.

¿Cuántas viudas están detrás de las más de 35 mil ejecuciones de este sexenio que empieza a ser pesado y doliente, no por plaí±ideras crónicas de desesperación sino por lo que urge saber ¿cómo viven y vivirán estas mujeres? Estas que se quedan con sus hijos, con sus vidas, con sus necesidades y nadie atina a identificar y ver, atender, buscar, más allá del llanto y la conmiseración. ¿Qué hacen las diputa- das y las mujeres con recursos para ser lí­deres?

El reporte sobre la situación de la juventud, en semana santa, es un recurso mediático por la cercaní­a del dí­a de compras por celebrar a la nií±ez que se cumple cada 30 de abril, no está mal.

Sin embargo, esta llamada de atención que vuelve a poner sobre el tapete la insuficiencia en el aprendizaje, la existencia de cerca de un millón de nií±as y nií±os en riesgo nutricional o el 83.5 por ciento de adolescentes de 17 aí±os que no tienen computadora en su casa y vivirán la brecha del conocimiento, mientras que hay quien cree que todos la juventud de este paí­s está «perdiendo el tiempo» en las redes sociales y lo cierto es que están marginados.

En todo caso habrí­a que festejar que no hay muerte materna el Dis- trito Federal desde que hace cuatro aí±os, donde el aborto es un recurso legal para quienes tienen claro que no desean tener un hijo, pero es una tragedia la muerte de dos adolescentes en 24 horas a manos de la cruel- dad y es una tragedia que un millón de jovencitas se hagan madres sin haberse hecho adultas, educadas, libres y vertiginosas.

Es una tragedia tremenda que haya tantos huérfanos por una po- lí­tica equivocada y tantas viudas anónimas que deben andar deam- bulando en busca de recursos para enfrentar la vida, tanto espiritual como material, porque la viudez es un estado crí­tico, porque hay que reorganizar toda la vida, digo, porque en esta sociedad aún se piensa que una mujer debe depender de un hombre siempre. ¿Quién las cuida y las ama ahora?

Graciela Machuca

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