Roberto Borge y la consolidación de un grupo polí­tico-económico

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Una nueva relación entre el gobernador de turno y su antecesor parece haberse inaugurado en Quintana Roo. Esa idea surge no sólo de la ratificación de los funcionarios del gobierno anterior, en puestos diversos, por parte del mandatario Roberto Borge Angulo, sino la confirmación de que la figura del ex gobernador Félix González Canto no se esconderá, como lo marcan los viejos libros del PRI.

Esa idea incluye, en realidad, una certeza más profunda y con ramificaciones insospechadas: el grupo polí­tico y económico de las familias Borge y González, al mantenerse unido, se fortalece de manera significativa. Sólo el paso del tiempo, meses o aí±os, revelará hasta qué punto el fortalecimiento de ese grupo es un peligro para el frágil equilibrio de poder en el estado.

El futuro, sin embargo, es una apuesta lejana aún, y el presente ha dejado demasiadas pistas sobre lo que vendrá como para no atarearse con especulaciones.

Hasta el momento  en que esta columna se escribe, el actual gobernador no ha dado una sola seí±al sobre el rumbo de su gobierno, excepto la desmesura verbal del secretario de Seguridad Pública, Carlos Bibiano Villa Castillo. Lo demás han sido confirmaciones o enroques de puestos, que dejan en claro que nada de fondo va a cambiar.

Esta decisión de Roberto Borge quiere decir que los temas centrales del estado: salud, educación, procuración de justicia, asistencia social, y un largo etcétera, no necesitan ningún cambio. Parece esconderse algo de autismo polí­tico en esa postura, como si no se hubiesen escuchado los resultados de las urnas el pasado 4 de julio, cuando el actual gobernador no tuvo que competir con ningún candidato opositor (Gregorio Sánchez habí­a sido encarcelado semanas antes, y su reemplazo fue de protocolo) y aun sí­ por primera vez la oposición ganó cinco municipios en el estado y tuvo su mayor avance en la historia.

Habrí­a que ver, sin embargo, cuanto aguantará Roberto Borge sin quejarse de la monumental deuda que le dejó su antecesor. Como nunca en su historia, el estado tiene una deuda igual a la mitad de sus ingresos, lo que no será nunca aceptado como una buena situación financiera por parte de ninguna consultora seria.

Ese espinoso tema, a la larga, fulminará muchos de los sueí±os del gobernador, que verá muy acotada su capacidad de acción, porque debe afrontar un endeudamiento muy importante, y a la vez no tendrá capacidad de adquirir nuevos créditos. En diversos foros privados y públicos Roberto Borge ha dicho que entiende la situación en la que está, y confí­a en que sea el turismo el fondo de donde fluyan recursos frescos al estado. Esa polí­tica, a decir verdad, parece estar más cerca de la esperanza que de la realidad.

La lógica polí­tica indicarí­a que este asunto, así­ como otros que quedan pendientes de la pasada administración, deberí­a haber marcado una suerte de ruptura entre el gobernador y su antecesor. No pocos actores de la clase polí­tica local esperaban que en los dí­as inmediatamente posteriores al 5 de abril, Roberto Borge tomara alguna decisión  o tuviera algún gesto polí­tico de claro despegue con Félix González Canto. Nada de eso ha sucedido, y las cosas más bien han caminado para el lado contrario.

El tema de fondo, entonces, parece ser que lo que está en juego acá es la consolidación en el poder de un grupo polí­tico-económico del cual forman parte tanto el actual como el anterior gobernador. No es desconocido que las familias Borge y González han sido socios comerciales durante muchos aí±os, y parece que esa sociedad ha encontrado eco en la polí­tica.

Si se toma en cuenta que el mismo ex gobernador Joaquí­n Hendricks es un cuadro polí­tico surgido durante el gobierno de Miguel Borge (tí­o de Roberto Borge) entonces podrí­a decirse que este grupo polí­tico económico va a estar en el poder, o merodeando el poder, al menos 18 aí±os.  No es un dato menor a tomar en cuenta el hecho de que varias de las principales figuras del actual gabinete, y que ya fueron funcionarios con Félix González, se han creado y consolidado como polí­ticos y funcionarios públicos desde el sexenio de Hendricks.

El único elemento en donde parecen distinguirse estos gobiernos, principalmente el de Roberto Borge con respecto al de su antecesor, es en lo relativo a la seguridad y el manejo de la polí­tica interna.

Un prominente polí­tico de oposición, que mantuvo una relación con altibajos con el ex gobernador Félix González, dijo dí­as atrás: ”A Félix se le pueden decir muchas cosas; pero es cierto que no usó el poder para reprimir a sus enemigos, como pudo hacerlo». Se puede o no estar de acuerdo con esa frase, pero lo cierto es que el estado, durante su sexenio, encontró un tiempo de estabilidad y tranquilidad polí­tica inesperados para los antecedentes.

Roberto Borge ha decidido otro camino. La llegada de Carlos Bibiano Villa Castillo a Seguridad Pública, con su verborragia que invita a la guerra y el enfrentamiento, así­ como el encumbramiento de un ”duro» de la polí­tica, como Luis González Flores, en la secretarí­a de Gobierno, son seí±ales suficientes para entender que se pretende sortear la etapa del diálogo antes de llegar a los acuerdos.

Por lo que se ve, la única incertidumbre sobre este sexenio es cuanto llegará a profundizarse, o cuanto durará, el esquema de ”mano dura» que se ha presentado. En los demás aspectos del estado, sólo hay que esperar que la inercia nos lleve hacia el crecimiento o la debacle.

Graciela Machuca

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