Una peligrosa polí­tica parece haberse instalado en el estado. Los hombres y mujeres del poder han elegido rodearse de burbujas, conformadas por colaboradores muy cercanos que dicen lo que ellos quieren escuchar, y siguen ciegamente sus órdenes. Esta peligrosa moda incluye tanto a los funcionarios que se van como a los que llegan. Todos, unos y otros, parecen sentirse cómodos sólo entre incondicionales. El resultado de esto será, sin duda, una polí­tica fragmentada en los próximos aí±os.

Los sí­ntomas de esta decisión de los funcionarios electos o en funciones se ven por todos lados. En Cancún, por ejemplo, el alcalde Jaime Hernández defiende contra viento y marea algunas polí­ticas que decidió en sus escasos meses en el poder, pero que en realidad fueron decisiones que tomó casi a solas.

La reestructuración de la deuda, por ejemplo, que presentó como una necesidad apremiante para normalizar la situación del municipio, y que parecí­a la solución a todos los males. Ahora, sin embargo, habla también de la necesidad de vender terrenos y concesionar el servicio del alumbrado público y posiblemente otra vez el servicio de recolección y disposición final de la basura.

No hay una sola voz polí­tica ajena a su entorno inmediato que apoye esas decisiones. Ni regidores ni integrantes de su partido ni su sucesor están a favor de ello. Pero el alcalde y su séquito ya lo han decidido, y después tratarán de buscar los apoyos a como dé lugar.

El alcalde electo de Benito Juárez, Julián Ricalde, también parece sentirse cómodo rodeado de sus incondicionales. Se ha dado a la tarea de buscar soluciones a todos los complejos problemas del municipio más complejo del estado, sólo rodeado por unos cuantos.

Su alianza electoral con el PAN pende de un hilo, y aún dentro del propio PRD tiene más adversarios que amigos. En conversaciones privadas, Ricalde ha dicho que viene a cambiar muchas cosas de fondo en Cancún. La más elemental lógica polí­tica dice que para hacer cambios de fondo hacen falta amplios consensos. Ese camino aun no se ha comenzado a transitar.

Los perredistas se quejan, también, de que el PAN en Lázaro Cárdenas no los toma en cuenta. Aseguran que la alcaldesa electa Marí­a Trinidad Garcí­a les ha negado posiciones importantes en el gabinete, que estará compuesto en su mayorí­a de gente llegada de la ciudad de Mérida, y, otra vez, de un séquito de incondicionales suyos.

El PRI tiene sus propios problemas en este sentido. Los alcaldes electos de Solidaridad (Filiberto Martí­nez) Tulum (Edith Mendoza) y Othon P Blanco (Carlos Mario Villanueva) tienen poco en común con los actuales presidentes municipales, y cada uno se mueve en cí­rculos diferentes, lo cual no augura una transición tersa.

Para colmo, los alcaldes salientes de los tres municipios se irán con decisiones muy polémicas en sus últimos meses. El edil de Solidaridad, Román Quian Alcocer, y el de Tulum, Marciano Dzul, decidieron impulsar modificaciones a los planes de desarrollo urbano. Estas modificaciones, se sabe, siempre esconden grandes negocios por la información privilegiada a la que acceden algunos.

En el caso de Othon Pompeyo Blanco, el alcalde Andrés Ruiz Morcillo decidió entregar el servicio del alumbrado público

a una empresa privada por un lapso de 15 aí±os, mediante la figura de un contrato. Más allá de que se trata de una irregularidad que deberá subsanar el Congreso, lo cierto es que también es una fuerte carga para el alcalde que viene, porque se quedará con la obligación de pagar casi 4 millones de pesos mensuales a una empresa privada. La letra chica del contrato, dicen algunos, será un enorme dolor de cabeza para Carlos Mario Villanueva.

Algunos de estos alcaldes (a quienes se suma el de Cozumel, Juan Carlos González) tomaron la decisión, además, de contratar más deuda, lo cual será un problema para sus sucesores. Y el inconveniente central en todos los casos, es que los alcaldes salientes con los entrantes hacen pocos o nulos acuerdos. Unos están de salida pero quieren ejercer el poder y sus exageraciones hasta el último minuto. Los otros sólo aseguran que habrá fulminantes venganzas. Nadie habla con nadie en este mundo de burbujas.

Hasta la relación entre el gobernador Félix González Canto, y el mandatario electo, Roberto Borge, sufrió el ataque de los rumores semanas atrás.

La decisión del primero de lograr una autorización del Congreso para contratar deuda hasta por 2700 millones de pesos no habrí­a caí­do muy bien en su sucesor. González Canto dijo que esa autorización servirá, fundamentalmente, para que el próximo gobernador tenga margen de maniobra. Sin embargo, los recelos habrí­an surgido alrededor de la utilización de 600 millones de pesos de ese dinero durante el actual gobierno.

Si bien ambos polí­ticos se encargaron de negar cualquier desacuerdo entre ellos, el tema generó mucho más de un comentario entre los cí­rculos cercanos de ambos. Otra vez, como en todos los casos anteriores, los cí­rculos que rodean a los polí­ticos actuaron como burbujas, como elementos de tensión y rompimiento, y se encargaron de propagar los supuestos desacuerdos.

La transición de los gobiernos camina así­ por un rumbo incierto. Pero mucho más preocupa lo que sucederá con esos nuevos gobiernos si no se abren a escuchar otras voces y otras ideas.

Graciela Machuca

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *