El tiempo va y viene y nuestras vidas también, hace trescientos sesenta y cinco dí­as iniciamos una aventura en mayasinfronteras, plasmar nuestras ideas, con el propósito de compartir con nuestros queridos lectores, lo que nos ocupa y preocupa en este mundo lleno de incertidumbre, y al mismo tiempo, aportar desde una perspectiva crí­tica la creación de una posibilidad de sociedad más humana y menos materialista, por ello, en esta ocasión celebramos con mucha satisfacción nuestro primer aniversario en esta maravillosa revista surgida en las entraí±as de la zona maya y deseando que hay más mayasinfronteras para largo rato. No tocamos, en esta celebración un tema en particular, sino que abrimos un espacio filosófico que permite adentrarnos en una conversación entre el yo y el tú.
Este es el momento más difí­cil de mi vida, quizá porque no alcanzo a comprender porqué me siento tan impotente para resolver mi problema. Lloro y lloro como un inútil, indefenso, un hombre incapaz, quisiera en este momento encontrar una salida, no sé si la palabra de una persona que sepa más que yo, o un silencio que sepa interpretar lo que mis labios no pueden decir, pero que en mi mente las ideas cruzan y se enredan como si quisieran salir todas pero tampoco se ponen de acuerdo. No es otra cosa que la lucha entre el bien y el mal como dirí­an unos, o lo que es prudente hacer o no, en una toma de decisión trascendental en la vida del hombre.
Con tu presencia, mi vida cambia, mis ilusiones cambian, tan es así­ que con solo mencionarte tengo que escribir a las dos de la maí±ana, hecho inaudito a lo largo de toda mi vida. Qué tienes tú que me haces llorar como un débil, yo que siempre me he sentido fuerte ante las tempestades, con solo saber de ti, tiemblo de coraje, de felicidad y de angustia. ¿Acaso esto puede convertirse en amor sublime, fraternal, paternal, entrega total hacia otro ser? Si hubiera quien me dijera que sí­, solo le creerí­a si ha sufrido lo mismo que yo, y como no hay cosas repetibles, me resulta difí­cil pensar en esa posibilidad. Sin embargo lucharé hasta el final por conseguir  que tú y yo nos comprendamos, y que el amor entre los dos sea lo que nos una, tú no lo sabes porque no sabes que existo, ese es tu castigo a cambio de lo que me causas. No te tengo rencor u odio, pues no tienes la culpa de lo que me pasa, eres ajeno a ello. El único culpable soy yo por comportarme como un ingenuo, nunca imaginé que la vida diera sorpresas tan fuertes que hacen pensar una y otra vez que los hombres fuéramos tan indefensos ante lo desconocido, ante lo que se decide más allá y que está fuera de nuestro alcance.
Sabes ahora me siento mejor, pues ya sabes lo que pienso, aunque nada puedes hacer por mí­ en este momento. Solo te pido que ahora que eres por mí­, maí±ana yo sea por ti. Solo entonces diré que nada ha sido en vano.

Graciela Machuca

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