Los socios de la polí­tica y el dinero

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Alcalde de Cancún, Gregorio Sánchez Martí­nez

Una extraí±a realidad se vive en Benito Juárez. El alcalde Gregorio Sánchez Martí­nez tiene una ventaja que hasta hoy sólo era posible a un gobernante surgido del PRI: no está amenazado por una férrea oposición polí­tica. Su gestión, que tiene los muchos problemas y las pocas soluciones de las que le precedieron, puede andar tranquilamente caminos tan difí­ciles como la venta de terrenos públicos, presupuestos de egresos sin control, o la aprobación de programas de desarrollo urbano que sólo parecen ser el refugio de futuros grandes negocios.

A pesar de esas polémicas acciones, el gobierno municipal goza de una tranquilidad que es inusual a los enemigos del gobierno estatal. El PRI está quebrado; su estructura municipal, sus regidores y sus diputados locales, no atinan a plantar una oposición real ante el alcalde. Su única oposición, no menor por cierto, está escondida en las entraí±as del Ayuntamiento, pero nadie sabe cuando va a actuar.

El PAN apenas intenta reverdecer luego de la rocambolesca dirigencia de Ví­ctor Sumohano, y el PRD es un partido con una crisis de identidad: gran parte de sus principales cuadros están alrededor de Gregorio Sánchez intentando ser parte de su reinado, y deben callar para quedar fuera de las próximas decisiones electorales. Los otros, lo que intentan ser enemigos, buscan un cobijo que los proteja del avance incontenible del primer edil, que quiere quedarse con todo.

Lo del PRD es un caso aparte, porque el partido aún no sabe realmente si abanderará la intención de Gregorio Sánchez de convertirse en gobernador. Y en realidad, ese ni siquiera es el problema. Lo que el PRD quiere es hacer pie, por fin, con un candidato propio en Cancún, y poner a su propio alcalde. Un sector del perredismo se alegró dí­as atrás porque el actual alcalde pareció reparar en el flamante secretario de desarrollo social, Julián Ricalde, para su sucesión. Gregorio Sánchez arropó a Ricalde en un par de reuniones, y pareció devolverle la confianza. Pero no se puede cantar victoria: ese mismo grupo polí­tico era un coro de amarguras apenas semanas atrás, cuando la lejaní­a con el primer edil parecí­a infranqueable.

”Greg es muy voluble, ni él sabe a quien quiere dejar en su lugar», dijo un perredista de otro grupo, pero con casi las mismas intenciones que sus adversarios internos. Otra versión de estos mismos hechos postula que si Greg va a ser candidato a gobernador con el apoyo del partido del sol azteca (algo nada difí­cil, si se toma en cuenta su relación con el lí­der nacional de ese partido, Jesús Ortega) la mayorí­a de los demás cargos, incluida la presidencia municipal de Benito Juárez, las decidirá el partido.

Enfrascado en esos vericuetos, el PRD se ha olvidado de definir si está a favor de un gobierno que tiene un fuerte costado clientelista, mesiánico, autoritario, poco transparente, y fundamentalmente mediático. Ese debate de fondo lo dejó para otras épocas, y esa falta de debate ha dejado al gobierno sin autocrí­tica.

De la acera de enfrente del espectro polí­tico, los otros partidos deambulan por desorientaciones similares. El PAN ha intentado hacer bien las cosas pero tiene una duda existencial. ”¿No terminará siendo Greg el candidato de una gran alianza PAN-PRD?», se preguntaba dí­as atrás un cuadro dirigencial del partido. En ese contexto, es difí­cil embarcarse en una oposición férrea, cuando quizá en pocos meses deban terminar levantando la mano del alcalde. Algunos panistas con criterio y ganas de tener futuro en la polí­tica, no están dispuestos a ese ridí­culo papel.

Pero más allá de eso, el blanquiazul sabe que si ese no es el escenario que lo espera, su situación es compleja. El partido no tiene un claro candidato a gobernador ni a alcalde del principal municipio del estado. Sin esos referentes, todas sus luchas se diluyen en una ida y vuelta mediática sin demasiado contenido.

Por otra parte el PRI, el partido que deberí­a ser la oposición natural a Gregorio Sánchez, parece ser su mayor aliado. Los regidores prií­stas de Benito Juárez, Ví­ctor Viveros y Martiniano Maldonado, son una de las partes más evidentes en este complejo engranaje de alianzas o complicidades. Viveros fue el candidato del PRI que perdió ante Gregorio Sánchez en la elección de febrero de 2008. Sin embargo, su papel de adversario polí­tico se diluyó en poco tiempo, y pasó a formar parte de los votos seguros con los que el alcalde puede aprobar lo que proponga. El prií­sta no ha dado ese paso gratuitamente. A cambio de su lealtad se le ha permitido formar parte de todas y cada una de las grandes decisiones de este gobierno, que tienen que ver con desarrollo urbano o el transporte. No hay cambio de uso de suelo importante, plan parcial de desarrollo, o arreglo del transporte público, en el cual no haya participado.

Lo de Martiniano Maldonado ha sido más modesto pero no menos servil. La CROC., el sindicato al que representa, se quedó con el sindicato de la empresa concesionaria del servicio de recolecta y disposición de basura, Domos. Ambos regidores cuentan con cuadros propios trabajando en el municipio, y esas breves estructuras los han ayudado a sobrevivir.

Ví­ctor Viveros, incluso, ha hecho de ese error una aún incomprobable virtud: dice ser el elegido del gobernador Félix González Canto para coordinar la campaí±a a gobernador del diputado federal Roberto Borge, y a cambio se le darí­a una diputación plurinominal. Ese premio, aseguran alrededor del regidor, tiene que ver con que el ex lí­der taxista sabe cuidar los intereses de los otros tanto como los propios.

Pero el problema del PRI va más allá de sus regidores. El Comité municipal, encabezado por la profesora Lupita Novelo, y los tres diputados de los distritos de Cancún, han transitado estos meses casi sin pena ni gloria. Dí­as atrás lo reconoció el diputado Mario Castro: ”Cuando estuve en el PRI en la administración de Juan Garcí­a Zalvidea, habí­a una posición más crí­tica», dijo. Es cierto, aquél PRI estaba decidido a volver a gobernar. í‰ste PRI parece más decidido a buscar acuerdos y lograr ganancias materiales y efí­meras.

El Partido Verde, que ganó también un distrito en Cancún, tiene poco que aportar. Geovani Gamboa ha intentado ejercer desde lo mediático una oposición más importante contra el alcalde, pero gasta demasiado tiempo fuera de la polí­tica como para elaborar un discurso creí­ble y sólido.

En realidad, ni siquiera hay un solo partido que pueda mirar al Congreso a buscar su salvación. No hay diputado que, de una u otra forma, no actúe de acuerdo a lo que quiere, pide, o apenas deja entrever el gobernador del estado. En ese extraí±o escenario, los escasos reflejos opositores que alguna vez hubo, fueron abolidos hace muchos aí±os.

En ese mundo sin lí­mites polí­ticos, Gregorio Sánchez hace transitar su gobierno. Tan denigrado está el papel opositor, que hasta aspirantes del mismo PRI presentan en su curriculum polí­tico que cultivan una buena relación con el alcalde de Cancún.

Es difí­cil saber que está sucediendo alrededor de este tema. ¿Es la alianza del alcalde de Cancún con la familia Joaquí­n la que le da ésta tranquilidad? ¿Es su relación aún no del todo entendida con el gobernador? ¿O es un espejismo que pronto terminará, cuando se de la orden precisa y el PRI subterráneo empiece su verdadera lucha?

Hay quienes aseguran que la andanada contra el primer edil comenzará cuando la justicia le ponga fecha definitiva a las elecciones. Esa batalla, sin embargo, es innecesaria para la democracia; solo es funcional al arrebato del poder. La democracia está más a gusto con partidos polí­ticos que entienden su papel, y no se inclinan ante las millonarias perspectivas de tierras baldí­as que se convierten en futuras ciudades.

Graciela Machuca

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