Estimados lectores(as) navegando en Internet, descubrí­ esta lectura que quiero compartir con ustedes, pero más que nada con intención que llegue a las personas que laboran en el campo, ¿por qué? se preguntarán ustedes, por la simple razón que es una respuesta a lo que escuchamos con frecuencia en esta región: ”no dan las milpas porque no llueve», o ”está lloviendo mucho, se echará a perder la cosecha» esta vez le tendremos que exigir mas lana del FONDEM, ”Qué sol tan fuerte hace, el calor no nos permite trabajar, si tan solo mejorara el clima» a ver cuanto nos dará por hectárea el PROCAMPO, etc. Quejas de este tipo escuchamos de mucha gente, amén del ”el campo ya no da, mejor me voy a la zona turí­stica, total ahí­ están los dólares» por lo que jamás estamos contentos y dejamos pasar las bendiciones que caen del cielo, leamos y espero sea de su agrado

Cuentan que hace aí±os Dios decidió bajar a la tierra, para percatarse de cómo andaban las cosas, viéndolas y sintiéndolas tan de cerca como los mismos hombres.

Decidió entrevistarse con el hombre más inteligente de una comunidad de agricultores, los tatiches de aquella región escogida dialogaron a fin de designar a uno de ellos para la gran entrevista, que se llevarí­a a cabo en la cima del cerro más cercano Se eligió a un campesino viejo, por su experiencia y conocimiento en estos menesteres, al cual le encargaron algunos cuestionamientos para ser planteados al creador. Aquel viejo campesino se armó de valor y se acercó a la luz blanca donde estaba Dios.

Con voz nerviosa empezó a decirle:

«¢ Puede ser que seas Dios y que hayas creado este mundo. Probablemente has hecho todas las cosas bien, pero por lo que yo he aprendido en los campos, tú no sabes nada de agricultura; qué bueno que has bajado a la Tierra a enterarte, porque tienes cosas que aprender y rectificar.

«¢ Con gusto me pongo a tu disposición —afirmó Dios-. Escucharé tus consejos y todo lo que seí±ales me interesará.

«¢ Yo creo —contestó el anciano- que hay muchos errores en eso de los ciclos de la luna, el sol y las estrellas; en lo referente a las tempestades y terremotos, pero para no abrumarte, los menes y Tatiches de mi pueblo sugieren que nos des el tiempo de un aí±o, y las cosas se hagan a nuestra manera.

Veremos lo que pasa, estamos seguros de que al corregir eso, nadie en el pueblo padecerá pobreza.

«¢ ¿Qué es lo que piden?

«¢ Que en estos doce meses no queremos truenos, ni nubarrones, mucho menos ventarrones, ni plagas para las cosechas, ni demasiado calor. Queremos que todo sea confortable para la tierra, perfecto para el maí­z, las hortalizas y las flores.

Se fueron cumpliendo una a una. Todo fue confortable, cómodo, a favor; el sol cálido, la lluvia dulce y mansa, todas las cosas eran lógicas y perfectas, el maí­z y las plantas crecí­an mucho más que en aí±os anteriores.

Al término del plazo, Dios se presentó en los sembradí­os del campesino y éste orgullosamente le dijo:

«¢ Mira, Seí±or, ¡Cómo van de bien las siembras! Observa y toma consejo sobre lo que son buenas cosechas. Esta vez los frutos de todos sí­ valdrán la pena, por muchos aí±os tendrán bastante comida aunque no trabajen. Pero llegó el tiempo de levantar las cosechas, y ante la sorpresa de todos los pobladores de la región, los olotes no tení­an granos, las naranjas estaban insí­pidas, las hortalizas eran hermosas pero sin sabor, las flores carecí­an de aroma.

¡Seí±or! — Preguntó el campesino-. ¿Qué pudo haber pasado para que todo sucediera así­?

«¢ El error estuvo —contestó Dios- en que eliminaron los elementos naturales que dan la fuerza con la que germina y crece la semilla.

Los ventarrones, los truenos y los relámpagos son indispensables para madurar el alma de las cosechas.

Autor desconocido

No solo en terreno del campo es necesario que intervenga las fuerzas naturales para lograr buenas cosechas, en nuestro campo espiritual, ¿Le damos valor a los sacudones que recibimos? ¿Sabemos sacar fuerzas de flaquezas? Entendemos que en ocasiones somos tan orgullosos y engreí­dos, creemos como el campesino, que por nuestra edad o por nuestro conocimientos, somos sabelotodo y que en esas ocasiones

¿Dios tiene que apretarnos las tuercas para poder hacernos reaccionar, y agradecerle todo cuanto nos da? Aprendamos a ser humildes y bendigamos al Seí±or por baí±arnos en la luz del sol durante el dí­a de hoy y porque nos da capacidad y medios para trabajar. Por encontrarse más allá de nuestra mirada, y sin embargo dentro del término de nuestra fé y nuestro amor. Hasta pronto.

Graciela Machuca

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