«Experimento democrático» y resaca polí­tica

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Si bien 2009 no es 2012, los resultados de las elecciones preocupan igual que si lo fuera. Gran cantidad de votantes (5% hasta ahora) se desahogó en las urnas anulando sus boletas, incluso dejando mensajes ofensivos en ellas. Qué buena catarsis, seguramente, pero… ¿y? Si tan sólo en nuestro México sirviera de algo eso… pero no. En cambio, los grupos mayoritarios sí­ supieron capitalizar la campaí±a del voto nulo.

Una mayorí­a del PRI, seguido del PAN, haciendo el 1-2 en la Cámara de Diputados, sin posibilidades de que la izquierda pueda ejercer un real contrapeso a las próximas «iniciativas» que se les ocurran. Cada vez queda más claro que como pueblo no tenemos memoria. Sin duda necesitamos nueva gente, sangre joven que no busque continuar en el cí­rculo de la corrupción, la impunidad y la conveniencia. Nueva sangre que conforme nuevos partidos, que en verdad representen otras opciones. Necesitamos a esa juventud que tiene los ideales intactos, la convicción y el í­mpetu para el cambio. Pero la necesitamos ahí­, conformando nuevos cuadros polí­ticos, y no anulando su voto.

Si bien 2009 no es 2012, puede llegar a serlo si seguimos cayendo en el juego de anular el voto o abstenerse. Si queremos que esa estrategia funcione, primero tenemos que modificar nuestro sistema polí­tico para que ante determinado porcentaje de votos nulos o de abstención, pase algo en realidad, como una segunda vuelta o la anulación de elecciones y la consecuente obligación de los partidos polí­ticos de replantearse a sí­ mismos. Se sabe que hay una relación directa entre la capacidad de acción de la sociedad civil y la eficacia de las instituciones. Tenemos que crear primero las condiciones para que ese voto nulo en realidad signifique algo, en verdad diga algo más allá de una rabieta por la ausencia de una representación real. Democracia significa que la soberaní­a emana del pueblo. Somos quienes tenemos que darle sentido a ese concepto, y con tales partidos a la cabeza sólo se obstaculizará más.

Caray. ¿No bastaron 70 aí±os? Sin memoria hay olvido, hay muerte, dice Michel Foucault. ¿Somos un paí­s muerto condenado a cometer el mismo error, por siempre? Esperemos que después del experimento democrático del voto nulo y la resaca polí­tica, hayamos aprendido algo.


Graciela Machuca

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