Mujeres de madera dura «sin comejen»
María Dolores Alejos Sánchez conocida como «Doí±a Loli» tiene 62 aí±os, está separada de su esposo desde hace 11 aí±os y tiene una hija y una nieta. En 1974 llegó de Mérida a lo que entonces era territorio de Quintana Roo. Empezó a trabajar con su entonces esposo en una cantina llamada «Lalos Bar» en la esquinita en una casa de paja y un puestecito tapado con laminas sin ningún servicio sanitario. Tomaban agua de pozo, iban a la gasolinera a buscar agua para su lavado de ropa y trastes de cocina, iban al baí±o al solar. Dormían en un rinconcito donde solo cabía una hamaca y fue hasta que se apareció una culebra que decidieron construir dos cuartos. En el solar tenían venados, jabalís, pavos de monte, hasta llegaron a tener dos tigrillos, todo esto cuando Carrillo Puerto sólo era el primer cuadro de la ciudad que es hoy. «En esa época todo era tranquilidad» recuerda «el Dr. Berlín y Doí±a Celia, Doí±a Bina y Don Marcial Arana, también estaban Doí±a Crescencia y Don Jaz May, Doí±a Naty, Doí±a Chata, Doí±a Lilia, Don Lala y Doí±a Tere, todos contemporáneos, gente de bien, trabajadora respetuosa nunca en ese entonces tuvimos problemas nos conocíamos todos».
Su trabajo era muy intenso. Preparaba la botana para el bar y su jornada de trabajo era de 8 de la maí±ana a 7 de la noche. Para poder lavar y planchar la ropa de su casa, tenía que esperar hasta la noche al salir del trabajo en el bar. En esa época, recuerda Doí±a Loli sólo había una cantina más, la del «Chato May»
Lo que hoy es el restaurant «El Faisán y el Venado» empezó como una sala de bailes construido con bajareque y huanos. Ahí les daban asistencia a los empleados de Banrrural con la ayuda de su suegra Doí±a Salomé Escalante y su abuelita Carmen Carrillo.
Después de terminar con una relación tortuosa de pareja, Doí±a Loli vive para trabajar en el mejor lugar para comer aquí en Felipe Carrillo Puerto. Atendido personalmente por ella, con el sazón de sus cocineras y la compaí±ía de sus empleados, todos los días prepara los papatzules, el poc-chuc, los panuchos y el queso relleno que a propios y extranjeros cautiva con el auténtico sabor maya.
«Muchos problemas de deudas superé sólo con mi trabajo, ahora vivo tranquila dedicada a un apostolado», nos cuenta Doí±a Loli.
Todos conocen a Doí±a Loli en Carrillo Puerto como la mujer que a todo mundo le tiende la mano, que siempre está pendiente de los desvalidos y aporta considerables cantidades de comida a los accidentados y a los familiares.
María Yolanda Pérez Castro, otra mujer ejemplar.
María Yolanda Pérez Castro tiene 84 aí±os. Es viuda, se casó a los 14 aí±os, tiene 3 hijos 6 nietos y 8 bisnietos. Vino de Tekax a Carrillo Puerto hace 52 aí±os. En esa época, no había camiones ni servicios como agua entubada o luz eléctrica. A ella le tocó ver cantar a Pedro Infante en el parque cuando venía a casa de Don Ruperto Prado.
Doí±a Yolanda vive sola en una casita de huano que le dejo su esposo, Petronilo Vázquez Cervantes. Por lo desgastado del huano es común que se filtren el frío y la lluvia y aunque algunos políticos le han prometido apoyo para repararla con láminas, hasta ahora no le han cumplido.
Desde las 5 de la maí±ana se levanta a limpiar el patio, se baí±a y ya al amanecer se va a su trabajo en una panuchería donde le pagan semanalmente.
Mantenerse en actividad le ha permitido gozar de cabal salud. A sus 84 aí±os, sólo la han operado de la vista ya que no sufre de diabetes, hipertensión o problemas reumáticos. Doí±a Yolanda es, sin lugar a dudas, un ejemplo de mujer a seguir porque a sus aí±os sólo piensa en trabajar y estar activa, le incomoda que la consideren inútil.
Con mucha dignidad Doí±a Yolanda dice que ella no ha sido ni será una carga para nadie, mucho menos para sus hijos, nietos y bisnietos.
Por lo anterior y más, es un honor para la revista «Maya sin Fronteras» que mujeres como Doí±a Loli y Doí±a Yolanda, al margen de toda poliquitería de festejos feministas a ultranza, con tan solo su dignidad y su trabajo como tarjeta de presentación, estén en sus páginas hoy.