Desde hace más de cien aí±os se ha establecido que existen células que son capaces de ”comerse» a los microbios y proteger al ser humano de las enfermedades. Existen dos grupos importantes de células fagocitarias: A) los fagocitos circulantes en la sangre, como son los granulocitos que incluyen a los neutrófilos (que son la mayorí­a), los eosinófilos, los basófilos y por último los monocitos, y B) Los fagocitos ”fijos» o macrófagos de los tejidos, que se encuentran en el sistema retí­culo endotelial.

Cuando un tejido del cuerpo sufre una lesión, infección o inflamación, los granulocitos que se encuentran cerca de los capilares venosos o vénulas postcapilares, en cuestión de minutos se adhieren a las paredes de las vénulas cercanas a la lesión y por medio de sus seudópodos pasan a través de los vasos hasta llegar a los tejidos lesionados para protegerlos. Posteriormente, los neutrófilos circulantes acuden a reemplazar y reforzar a los que ya están protegiendo los tejidos.
El proceso de fagocitosis que emplean estas células para combatir a los microorganismos que causan las enfermedades es el siguiente: cuando un neutrófilo se adhiere a la superficie de un microbio emite seudópodos (prolongaciones que salen del cuerpo o protoplasma de las células en forma de pequeí±os lóbulos o forma de dedos) que lo rodean y lo introducen en el interior de la célula fagocitaria (se lo come). En su interior existen varias substancias llamadas enzimas que finalmente destruyen y digieren a la bacteria.
Existen enfermedades o medicamentos que pueden interferir en la producción de estas células o en su mecanismo de acción. Los macrófagos también tienen como función fundamental la defensa de los tejidos. Los principales órganos en donde se encuentran los macrófagos son: el bazo, el hí­gado, los pulmones y la médula ósea (todos estos órganos forman el sistema retí­culo endotelial). Además, se encuentran en los ganglios linfáticos y el tejido conjuntivo (la función de este tejido es mantener la estructura corporal y darle soporte, es resistente y fibroso).
Las propiedades microbicidas de los macrófagos son más intensas y efectivas que las de los otros tipos de fagocitos. Hay alrededor de 200 billones tan sólo en el bazo, el hí­gado y la médula ósea. Como se observa, el sistema de defensa de los neutrófilos y la red de macrófagos conforman un mecanismo fagocitario muy variable, adaptable y efectivo contra las infecciones.
Existen otros medios de defensa no especí­fica como son la fiebre, los interferones y la buena nutrición. La función de la fiebre, aunque es un factor no especí­fico que acompaí±a a la mayorí­a de las infecciones, aún no es comprendida en su totalidad ya que se presenta como consecuencia de muchos estí­mulos. Entre estos estí­mulos están los virus, las levaduras, los productos de las reacciones antí­geno-anticuerpo, las hormonas, las drogas, etc.,  que en conjunto son llamados pirógenos exógenos (que generan fiebre). Estos pirógenos exógenos, sin embargo, actúan por medio de pirógenos endógenos, que son proteí­nas de bajo peso molecular producidas por los neutrófilos y los macrófagos. Los pirógenos endógenos se encuentran almacenados en las células, pero una vez liberados actúan sobre el centro termorregulador del hipotálamo (parte del cerebro que controla la temperatura del cuerpo), que al ser estimulado, produce substancias como la serotonina y algunas prostaglandinas que desencadenan la respuesta febril. La fiebre debe considerarse como una respuesta normal del cuerpo ante las agresiones que este sufre, es decir, como un  mecanismo de defensa. Por lo tanto, no debe considerarse nociva a menos que alcance niveles excesivamente altos. De hecho, antes del descubrimiento y uso de la penicilina, se practicaban terapias con fiebre o ”piretoterapia» para tratar enfermedades como la sí­filis, la blenorragia, etc.
En cuanto a los interferones, sólo los mencionaremos de manera general. Son proteí­nas muy importantes para los seres vivos y se encuentran en la mayor parte de los organismos. Son producidas por las células del cuerpo cuando estas son atacadas por algún virus. Están formados por la unión de oxí­geno, nitrógeno, carbono e hidrógeno y tienen muchas funciones. La función principal de los interferones es limitar la diseminación de la infección viral inhibiendo el desarrollo de los virus, evitando su multiplicación y protegiendo a las células que aún no han sido atacadas. Aparte de los virus hay otros agentes que pueden inducir la producción de interferones, como son: bacterias y sus endotoxinas, rickettsias, hongos, protozoarios (como las amibas, las giardias, etc.). También hay otras substancias que no producen enfermedades pero estimulan su producción como: la lecitina de las plantas y el ácido ribonucleico (ARN). Además de lo presentado anteriormente, tenemos otro medio de protección que se conoce como el sistema inmune. Sin embargo,  sólo lo mencionaremos ya que es un tema muy amplio y difí­cil de entender, sobre todo a este nivel de información.
La nutrición es muy importante para que nuestro cuerpo produzca sus propias defensas y tengamos protección natural. Se ha observado que los individuos desnutridos son susceptibles a las infecciones por deficiencias en sus defensas. Por lo que es importante una alimentación adecuada, equilibrada y lo más natural posible.

Graciela Machuca

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